martes, 11 de noviembre de 2014

Cuido lo que me importa

Chicken or the Egg o aprender a valorar y cuidar lo que realmente nos importa ¿alguno os veis en este cerdito huevofritadicto? Bueno, no hace falta que sean los huevos fritos, pero todos tenemos un algo, ese algo, que nos encanta y que nos cuesta imaginar nuestra vida sin ello. Voy a confesar el mío: el chocolate. 

Los peques lo tienen más complicado aún, en su inagotable carrera por aprenderlo todo de la vida y probar, trastear, enredar y juguetear con todo lo de su alrededor, hay un buen número de cosas que les apasiona. Y digo apasiona porque de niños le ponemos más pasión a lo que nos gusta que en los años en los que nos convertimos en adultos. Entonces lo que a nosotros nos parece un gusto desproporcionado por un juguete particular, por una afición, por una peli (¿los vuestros también ven las que les gustan dos millones de veces a la semana?) resulta que es el fruto de nuestros pequeños llenándose de sensaciones agradables, que es uno de sus objetivos vitales en estos primeros años de vida.

Como padres, nos encanta ver a nuestros hijos contentos y disfrutando de lo que les gusta ¡faltaría más! Y sea un huevo kinder o una serie de dibujos, queremos que no les falte de nada. El asunto de la tolerancia a la frustración por no obtener lo que quieren da para varias entradas, y varias tendrá, pero hoy quería introducir el concepto de cómo elegir el beneficio de largo plazo ayuda a nuestros hijos a definir y afianzar sus valores y comprometerse con acciones y actitudes que no tienen un beneficio directo e inmediato necesariamente. Ojo, que cuanto más pequeño el niño, más difícil es que relacione que algo que él ha hecho ha tenido una consecuencia. El reto aquí es asegurarse de que va viendo cómo lo que hace va "cambiando" su entorno.

Para ello, hemos empezado por identificar a alguien importante de nuestro entorno, mamá, papá, tito o la profe de inglés. Y cada niñ@ ha contado a los demás su experiencia, después de escuchar este cuento del cerdito que deja de comer huevos fritos por amor. Hemos hecho una ronda de puesta en común de qué significaba para ellos dejar de comer su chuche favorita por ver contenta a su mami que les dice que coman chuches solo los viernes, o si podían empezar a hacer algunas cosas que les parece que a sus profes les pondría contentos, como dejar de levantarse durante la clase (algunos culos inquietos en nuestro grupo) o hacer "shiiiisssssssss" a sus compañeros cuando la profe les manda callar porque hay mucho revuelo.
Nuestro grupo no supera los 10 años, todavía están construyendo las relaciones entre las cosas que pasan y las reacciones de quienes les rodean, y estamos aprendiendo qué parte de lo que pasa a nuestro alrededor puede tener que ver con nosotros y si queremos que las cosas sean diferentes de alguna manera, qué podríamos hacer nosotros.

Pequerrecomendación: no es hasta los 12 o 13 años que el pensamiento de los niños se torna "científico" en el sentido de ser capaces de relacionar causas y consecuencias. Pero si cuando te habla de las personas de alrededor, de lo que ha pasado en el cole o en el parque, o en casa de los abuelos cuando no estabas, le ayudas a reflexionar sobre otras posibles formas de comportarse (si las genera él y le preguntas qué crees que habría pasado, que reescriba el final de la historia) irá viendo que hay una relación entre las cosas que pasan y lo que él hace y que haciendo diferente, se puede obtener un resultado distinto.
  

domingo, 8 de junio de 2014

Hoy voy a mandar yo ¿vale mami?

Estamos trabajando la autoestima y las capacidades propias y con el grupo de los más pequeños las palabras no nos son de mucha ayuda: si les preguntas a ellos, todos son los más rápidos de su clase, los mejores jugando al fútbol, las más guapas del patio. Van a pasar un par de años o tres antes de que les entren las dudas, se comparen con los logros de otros y se sientan inferiores, antes de que le presten más atención a las virtudes de los demás que a las suyas propias. ¿Cómo les ayudamos a construir su propia autoestima, el mejor concepto de sí mismos? Hoy hemos estado experimentando cómo nos comportamos cuando podemos comportarnos como queremos. Hoy hemos dado la batuta de la dirección de un rato de la clase a los peques, por turnos, para que fueran ellos los que organizaban y dirigían el juego. Como parte de nuestra clase rueda alrededor de los juegos y las normas que les ponemos, hoy Amanda ha sido la primera en coordinar a sus compañeros. Ha propuesto el juego y las primeras normas sobre las que luego los compis comienzan a opinar, proponer correcciones, y hay que negociar las versiones finales.
¿Puedo ser yo la jefa hoy? ¡Pues claro! Pero eso es algo que no te puede dar la profe, es algo que te vas a tener que ganar de tus compañeros. Aunque yo les diga que hoy organizas tú, hasta que tú no te lo creas y cojas fuerte la batuta, ellos no van a hacerte caso. ¿Os imagináis a vuestros hijos en estas? Por mucho que en casa les digáis que ayuden y os hagan el mismo caso que os haría la planta del salón, y por mucho que les pidáis que arreglen la habitación y os les encontréis sentados en medio de todos sus juguetes, y penséis que “pasan” de las responsabilidades, en realidad les encantan. Unos más que otros, disfrutan de probar sus poderes, sólo que les gusta hacerlo a su manera, y con sus tiempos. No siempre se puede, es cierto. Y es bueno que ellos se expongan a eso mismo, también. Por eso Amanda disfrutó el doble de la experiencia de organizar la clase. Al principio era una completa locura y los amigos no le hacían caso, parecía que ni la escucharan:
-          ¡proooooooooofe! ¡Que no me hacen casoooooo!
-          Ya. Pero si tú eres la jefa, tienes que enseñarles a hacerte caso.
-          ¡¿Y cómo voy a hacer eso!?
-          ¿Qué has probado hasta ahora?
Y entonces Amanda empieza a probar diferentes técnicas. Prueba a chillarles, a cogerles del brazo, a intentar reunirles en un círculo, a enfadarse, a llorar, a hablar con un pequeño grupo que le haga caso y la ayude con los otros que no… al final del ejercicio, cuando ha conseguido que todos jueguen una ronda de “zapatito blanco – zapatito azul” sólo hay que mirarle la cara para ver que se siente orgullosa de lo que ha conseguido. Ha sido la jefa, y los amigos le han hecho caso, han hecho lo que ella proponía.
Nos ha servido de muchas reflexiones, este juego, porque han practicado también a estar en el lado de los que normalmente les mandamos –papis y profes- y han visto lo frustrante que puede ser que no te escuchen, que no te hagan caso. Se han sensibilizado a ese sentimiento además de probar sus capacidades, y ampliar lo que hasta ahora han hecho en otras ocasiones. Algunos resumían que chillando no te escuchan más, otros que es mejor poner las normas entre todos… pero todos han disfrutado del aprendizaje de su día de “hoy mando yo”, sabiendo o no ponerle palabras a lo que han experimentado.

Pequerrecomendación: pídele que te cuente cómo quiere organizar la tarea que le has pedido que haga. Déjale tiempo para pensarlo o incluso para probarlo, y se comprometerá mucho más con la tarea. Puedes probar con recoger el cuarto, y que sea él el que te proponga qué va a poner primero en los cajones y qué va a colocar después… y si quiere que le ayudes, en qué cosa concreta. Si le dejas organizar algunas de sus tareas, con tu supervisión y aprobación, le estarás haciendo responsable de usar sus capacidades –además de practicarlas y de ir incorporando nuevas-.Aunque al principio suene difícil, verás como con un poco de paciencia te darán hasta buenas ideas que no se te habían ocurrido a ti!

miércoles, 14 de mayo de 2014

Alarma Abusón

Aunque este tema da para varias clases y más ejercicios, hoy hemos conectado a los pequeños con la conciencia del bullying en las aulas, aprovechando que estamos tratando la comunicación este trimestre. Como todos saben que yo también estoy estudiando, como ellos, y que a mí también me ponen deberes, como a ellos, hemos hecho una mesa redonda en la que me han ayudado a rellenar las preguntas que me han hecho en la universidad. Les ayuda mucho a sentirse escuchados cuando me siento en la silla pequeña con ellos y son ellos los que se convierten en expertos en la materia. (Tranquilos, el trabajo de la uni en cuestión ya fue entregado y debidamente investigado, y fue una de las cosas que inspiró esta claseJ).
Hicimos una lista de los abusones que cada uno conoce de su clase. Primero los nombres y como algunos comparten clase, discutieron sobre quién es más abusón que quién. Se trataba de que tomaran conciencia de quién es pegón, o abusa de los compañeros. Y esa parte la tienen clara, cristalina. Luego hacen una ronda de explicaciones sobre lo que hay que hacer cuando un abusón está pegando o chinchando a otro niño, y la teoría la tenemos clara también: avisar a los profes, separar a los que se pegan, incluso defender al más pequeño. Ahora… ¿qué es lo que hacemos en la práctica? Cuando Saray –que mide casi 10 centímetros más que sus compañeros y pesa casi lo mismo que yo, en segundo de primaria- amenaza con tirarle la pelota a Rosita –que como su propio nombre indica, es pequeñita y de cara redondita y aniñada para su edad ¿qué hacen sus compañeros?

La cuestión es que algunos separan a los que se pelean, pero sólo cuando la víctima ha rebasado su límite, y está en el suelo, llorando, ya sea de dolor o de desesperación por no saber qué hacer ante la situación. La verdad es que suele ser la misma víctima, y el mismo abusón. Os pondré en una entrada aparte sobre las dinámicas que se generan en las clases y cómo detectar cuando tenemos  un problema que atajar, cuándo nuestro hijo puede estar abusando de sus compañeros o cuando puede estar siendo víctima de un abusón. ¿qué hemos practicado hoy en clase? Hemos elegido un abusón, una víctima, y varios testigos… y hemos ido turnando los papeles y en cada ronda, uno de los testigos era el encargado de que la víctima no sufriera daños, por todos los medios que conociera salvo la violenci ¿por qué el testigo y no el abusón? Hoy queríamos crear una conciencia de acción solidaria: lo que parece que no es mi problema (¡pero profe! ¡si yo no le he pegado! ¡si no he sido yo quien le ha hecho llorar!) Podría serlo mañana. Podría pasarle a nuestra hermana pequeña. Nos podría pasar en el instituto y en otro  formato hasta en el trabajo. Y visto que ya sabemos identificar abusones, lo siguiente es reaccionar ante ello, darle voz, aunque hoy no vaya con nosotros.

Pequerrecomendación: Creamos conciencia de las realidades cuando les ponemos palabras y las sacamos al exterior. Ayuda a tu peque a darle forma a lo que siente, y a lo que vive. Por más que nos cuesta la vida no terminar sus frases o darles palabras para expresarse, déjale tiempo para ordenarse mentalmente, para buscar la palabra, anímale con una sonrisa y con un gesto de la cabeza, pero deja que sea él quien elige las palabras con las que le da forma al mundo. ¡Escuchándole vas a descubrir un montón de lo que hay en esa pequeña cabecita!

sábado, 10 de mayo de 2014

¡Quiero la pelota!

Y hoy, que cada vez lo hacemos más difícil, salimos al parque a jugar a la pelota. ¿fútbol? Qué va, más difícil todavía. Voley. Pero con un balón de playa, a ver, que no vamos a convertirnos en profesionales de esta vez, no en nuestras clases. Pero sí que aprovechamos para trabajar la comunicación. Olvidaos de esos cursos de formación en técnicas de comunicación corporativa y las teorías del lenguaje verbal y todo ese discurso. ¿Queréis que se quede a vivir para siempre en vuestra memoria? Jugad. Las cosas que aprendemos experimentando se quedan en un tipo de memoria que resiste incluso a muchos tipos de Alzheimer. Sí, como montar en bici, o conducir.
Hoy estamos trabajando la comunicación del grupo de primer ciclo de primaria. A ellos no se lo hemos dicho, pero estamos experimentando con la asertividad ¿os acordáis? Aquello de decir las cosas sin atacar y sin callarnos resignados (a lo largo de esa carretera que va del agresivo al pasivo, que tiene en medio –más o menos- al asertivo). En esta edad de hecho es muy fácil observar los dos extremos del comportamiento: o se quitan la pelota de las manos dando un manotazo y gritando ¡que me la des! O el pequeño viene corriendo a tirar del brazo a la profe lloriqueando “profeeeeee… que David no me da la pelotaaaaaaa” para que profe intermedie por él y consiga resolver el conflicto.
Así que nos ponemos en marcha con nuestra sufrida pelota azul que sirve para todo y hacemos una rueda. Tenemos que pasar para que todos los compañeros  toquen al menos una vez y daremos un paso atrás, y más separados, empezamos de nuevo. Cuando tenemos a los pequeños concentrados en un juego de pelota (de parque, sueltos, con pocas reglas y sencillas) están más predispuestos a experimentar  comportamientos alternativos a los suyos habituales. Total, lo que tienen de verdad en la cabeza es que la pelota no caiga al suelo… como una de las reglas es que para avanzar en el juego todos tienen que tocar, entre ellos se piden la pelota, avisando de quién no ha tocado aún. Y la norma es que no se puede ni chillar enfadado a los compañeros,  ni llorarle a la profe para que le pasen la pelota. La norma es que pedimos claramente y sin enfadarnos eso que queremos hoy. “Quiero la pelota”. Pues quiero la pelota, eso es todo. Además de trabajar con las valencias de cada uno dentro del grupo (ya os contaré eso más despacio, se refiere al papel que juega cada uno dentro de cada grupo en el que actúa, como el graciosete, la buena estudiante, la tímida y el pegón) están practicando una habilidad que les llevará a evitarse algunas frustraciones futuras.
¿Para qué vale la asertividad? Restarle agresividad a cómo pedimos las cosas cambia la reacción de la persona que tenemos en frente. Si para conseguir que me prestes una cera roja te chillo, te la arranco de la mano, te la quito del estuche… lo normal es que el otro se ponga a la defensiva y no quiera hacer nada para ayudarte. El comportamiento de la otra punta, el pasivo, llena a los niños (y a los no tan niños) de sentimientos de bajo valor, de incapacidad y de culpa. Si cuando quiero jugar al escondite con vosotros me quedo en un lado del parque esperando por si me invitan y si lo pido y me dicen que no, me voy a llorar a la profe (o a mami o papi) para que me dejen… no conseguiré generar una comunicación con los otros que ayude a que me respeten, ni quieran ayudarme, ni jugar conmigo.

Pequerrecomendación: Ayuda a tu peque a que te pida lo que quiere con claridad. Sin llorar, sin amenazas o golpes, y con la palabra “quiero” delante. Entre hermanos hay mil ocasiones. “Mamaaaaaaaa…… que Elena no me deja el mandooooooooo” Prueba a mandarles a hablar entre ellos. “Pedro, habla con tu hermana  y dile lo que quieres” Qué va, no le va a dar el mando, acabarás interviniendo. Pero Pedro aprenderá a expresar sus necesidades y deseos con claridad y sin agredir. Y tendrá una herramienta más en su mochila emointeligente.

miércoles, 23 de abril de 2014

¡Me importas!

Estamos aprendiendo a aprender sobre los demás. Os contaría lo de la descentración del pensamiento infantil y cómo les ayuda en su desarrollo cognoscitivo, pero me ibais a acusar (y con razón) de decir palabrotas. Y como tengo un compromiso con mis hijos de no decir palabrotas para ser un buen ejemplo para ellos, voy a contároslo de otra forma. En vez de hablarles de Piaget, hemos discutido cómo es que los mayores llegamos a aprender de los demás. Y se nos ocurrió que podíamos imitarlos, y practicar a preguntar primero para responder a algunas preguntas que teníamos “como tarea” contestar, pero luego ya por curiosidad genuina, para saber más de nuestros amigos. Nos convertimos, por turnos, en entrevistadores y entrevistados durante toda una clase. Libreta en mano, fuimos a por unos datos básicos: nombre, años, color favorito, asignatura preferida, deportes que le gustan… y según se iban completando, los mismos entrevistadores iban añadiendo. ¡Se acabaron contando hasta sus películas favoritas!
Y os preguntaréis ¿para qué quiero yo que mi niño aprenda a preguntar sobre su plato favorito a sus amigos? ¿O cuál es mi vestido favorito? Sabemos por algunos estudios que una alta puntuación en inteligencia emocional suele ir de la mano con personas satisfechas con sus vidas. Y si convertimos el concepto “emocionalmente inteligente” en cosas que hacemos o decimos (conductas observables) una de las primeras que nos encontramos es la capacidad de interesarse por otras personas. Cuando aprendemos a escuchar a los demás, a hacerles preguntas, a querer entenderlos, desarrollamos muchas habilidades que mejoran nuestro nivel de IE. ¿Cuáles?
-          La empatía. Porque cuando nos preocupamos de saber más sobre alguien, podemos acabar entendiendo cómo se siente respecto a una situación.
-          La capacidad de escucha. Porque para entender lo que nos dicen, tenemos que poner nuestros sentidos en la otra persona y eso que nos está contando. Y cuando prestamos atención a otra persona, hacemos que ésta se sienta mejor, sólo por el hecho de sentirse escuchada. Cuando otra persona se siente atendida en lo que dice, tiene más ganas de compartirse, es más amable, y normalmente se pone contenta. Al compartir esa emoción, el “entrevistador” se contagia de que su “entrevistado” esté alegre de poder hablar de sus cosas.
Así que si fomentamos la curiosidad innata de nuestros pequeños por las personas que les rodean, les estamos abriendo el camino a pensar en los demás, a considerar que hay gustos diferentes a los suyos, puntos de vista que ellos quizás no habían visto, que los otros sienten, viven, piensan, de diversas maneras y que ellos, a través de preguntas (ya llegaremos a fomentar la capacidad de observación, para otra clase!) pueden conseguir mucha información sobre su mundo

Pequerrecomendación: no te hace falta ponerle a hacer entrevistas en el parque pero puedes preguntarle por los gustos de otros cuando te habla de los suyos espontáneamente. Entonces cuando te cuenta que quiere arroz blanco para comer porque le encanta le puedes preguntar ¿sabes cuál es el mío? ¿y el de papi? Y luego cuando se cocina ese plato en casa, el favorito de uno de los papis, o cuando se come fuera, el peque se sentirá feliz al recordarlo y el papi correspondiente por saber que lo recuerda, y estaremos promoviendo a la vez el interés genuino por los que le rodean, otra herramienta para su mochila de habilidades emocionalmente inteligentes.

miércoles, 16 de abril de 2014

¿No puedo SER otra cosa?

Llueve y no podemos salir a hacer las actividades en el patio, así que hoy utilizamos el aula para vivir aventuras en las que no somos quienes somos, sino otros. Nos disfrazamos de lo que se nos ocurre y representamos una escena por parejas para nuestros amigos. Hoy podemos ser lo que queramos ¿a que mola? Así que hemos tenido en clase un vaquero y su caballo salvaje, dos hawaianas bailonas, una cantante y su bailarina que nos han cantado y bailado sin timidez ninguna y un príncipe generoso y una bailarina de su séquito, entre otras cosas.

En todas las clases tenemos esos muchachos más reboleras que les cuesta sentarse, parar quietos, que se les va la mano con los compañeros… hoy hemos tenido la oportunidad de que uno de esos compis expresara otra cosa que él es, también. Hemos visto una metamorfosis de rebolera mayor del reino a príncipe generoso, que se ha disfrazado con todas las capas brillantes que ha encontrado en su camino, collares, pulseras y anillos, y ha ido ayudando a los compañeros de la clase con sus disfraces, les ha ido “regalando” algunos de esos complementos que había cogido para sí, ha buscado en el cajón prendas y complementos para los disfraces de sus amigos, y se ha comportado como un verdadero príncipe cuidando de sus súbditos durante toda la clase. Vamos a llamar Diego a nuestro príncipe, y Sarah a su bailarina. Curiosamente, desde esa clase, de puerta para adentro, Diego es siempre un príncipe generoso, y no ha vuelto ni a pegar ni a pelearse con ningún compañero. Como él les ofrece su ayuda, los amigos no le provocan para que se enfade, y entonces toda su relación es más tranquila y amistosa. Hoy, ahora, Diego es un príncipe. Pero ¿qué es el resto del tiempo? Diego es inquieto y curioso, no para quieto, le cuesta concentrarse y prestar atención, hay mil estímulos a su alrededor que le distraen. Además, reacciona pronto a las provocaciones de los compañeros y rápidamente se le va la mano y pronto acaban peleando a tortas por cosas de lo más tontas. Así que todo el mundo dice de Diego, y a Diego que ES un trasto. También ES inquieto, ES revoltoso, ES distraído.  Y como ES así, nos preparamos para esperar lo peor de su comportamiento. Y dado que eso es lo que esperamos, eso es lo que nos da Diego. Cuando empezamos una actividad le decimos “¡a ver si puede ser que prestemos atención hoy, por una vez!” o “vais a acabar peleando como siempre ¿no? De verdad, Diego ¡cómo eres!”
Ojo, que esto no nos pasa sólo con los pequeños. Os invito a leer sobre esto mismo aplicado a los mayores en el blog de mi socio sobre Estar Siendo  Este es el resultado de las etiquetas que nos ponemos, y nos ponen, cuando somos pequeños. Algunas nos acompañan el resto de nuestra vida y de mayores son parte de nuestra identidad, inmutables…

Pequerrecomendación: es tremendamente difícil evitar las etiquetas todo el tiempo, es casi imposible. Pero podemos empezar por prestar atención a las que tienen nuestros hijos y plantearnos la alternativa temporal de esa etiqueta permanente. Igual no ES un despiste, sino que HOY está muy despistada y no presta atención a las cosas. Esto le deja la puerta abierta a prestar atención mañana, cuando si ES despistada, ya no puede hacer nada para cambiar lo que hace pues haga lo que haga ES como ES. ¿Qué etiquetas tienen tus hijos? ¿Cómo puedes ayudarle a quitársela?

¿Cómo que fútbol? ¿no era Inteligencia Emocional esto?

Jugar es el trabajo principal de niños y niñas, la actividad a través de la que son capaces de experimentar el mundo, aprenderlo, hacerlo suyo. Desde los juegos individuales de cuando son bebés a los juegos de reglas (cada vez más complejos) que simulan la vida real, cada oportunidad de jugar es una oportunidad de que un niño aprenda algo, mejore sus habilidades, ensaye formas de comportarse frente a diferentes situaciones.
¿Cómo es que mis peques acaban jugando al fútbol en clase de inteligencia emocional? Bueno, en invierno, pasamos muchos días con pinturas y teatros. Ahora hace buen tiempo, y los chiquillos adoran estar en el exterior. Les predispone a las actividades con más ganas, por una parte, y el hecho de que el vehículo sea un juego que les gusta, nos facilita el tiempo que atienden a la actividad que proponemos ese día. Que yo lo pienso y me digo que como madre, pensaría algo así ¿qué hacen tirando penalties si se supone que está aprendiendo sobre emociones?
Os cuento para qué nos ha servido el fútbol concretamente, porque hasta quienes estaban en principio menos interesados en el deporte en sí, han acabado participando en las actividades de cada semana.
¿Por qué fútbol? Bueno, lo confieso, el fútbol me gusta a mí también. Pero más allá del deporte en sí, un deporte de equipo favorece el trabajo en equipo. Y uno de los trabajos en los que hemos insistido más a lo largo del curso, ha sido en que aprendan a hacer las cosas de más formas a las que sabían. Más allá de buscar comportamientos siempre correctos (que es una carrera de fondo que lleva tiempo) estamos viendo cómo más se pueden hacer las cosas, generando alternativas. Y si me enfado cuando no me pasan y lloro y me enfado y me voy a la banda esperando a que la profe venga a rescatarme, veo cómo otros amigos manejan la misma situación de otra manera. Algunos chillando, otros persuadiendo, otros ofreciéndose…. La frustración es una de las emociones que más variedad de comportamientos tiene entre los pequeños, y es que en muchas ocasiones ni siquiera saben separarla del enfado. Su reacción es tan instantánea que piensan que se han enfadado con alguien, cuando en realidad sienten frustración porque algo no sale como ellos quieren.
Total, nos tiramos una clase entera haciendo partidillos cambiando a los jugadores de equipo. Cuando iban separados entre mayores contra pequeños, los pequeños se peleaban todo el rato entre ellos: nadie se pasaba la pelota. Pero en el cambio de jugadores hacemos “huddle” (nos apiñamos alrededor de la pelota) y observamos ¿qué están haciendo los otros? Se la pasan y meten goles… ¿podemos hacer eso nosotros también? Vamos a intentarlo… y vemos cómo haciendo algo diferente el resultado es distinto y en lugar de cruzar los brazos enfadado en la banda, aprendo a mirar qué otras formas hay de hacer las cosas…
Pequerrecomendación: utilizar situaciones en las que se están divirtiendo y relajados para señalarles comportamientos que queremos que imiten es una forma de ponernos la vida fácil y que nos presten algo más de atención, y estén dispuestos a probar una forma nueva de hacer algo, imitando a algún amigo o modelo disponible.

sábado, 12 de abril de 2014

¡Protesto Señoría: No me han dado oportunidad de defenderme!

Nuestro trabajo de hoy es el de demostrar, más allá de toda duda razonable, que el lobo feroz, coprotagonista del cuento popular junto con caperucita roja, tenía en todo momento intención de dañar a la joven. Así que hoy en clase hacemos varios grupitos para trabajar como abogados, defensores y acusación, del lobo feroz que se sienta en el banquillo de los acusados.
Recordamos juntos, escena a escena, el cuento de caperucita. Y a cada paso, los abogados defensores destacan la inocencia de caperucita, y los abogados del lobo inventan razones alternativas para explicar todo lo que durante el cuento sucede. Caperucita desobedece a su madre y se detiene a recoger florecitas, a hablar con desconocidos, insulta al lobo,… al final de la clase, leemos juntos la declaración del  lobo y reflexionamos sobre lo que ha pasado. Mirad:
El lobo toma la palabra y nos cuenta: El bosque era mi hogar. Yo vivía allí y lo cuidaba, intentando mantenerlo limpio y arreglado.
Entonces una mañana soleada, mientras yo estaba recogiendo basura dejada por algún excursionista, oí unos pasos. Me escondí detrás de un árbol y vi una muchacha más bien fea que venía por el camino con un cesto. La niña me pareció sospechosa por la forma tan curiosa en que iba vestida, todo de rojo y con la cabeza cubierta por una capucha, como si no quisiera que nadie supiese quién era. Naturalmente, la detuve para averiguar algo. Le pregunté quién era, adónde iba, de dónde venía y todo eso. Me contó, cantando y bailando, una historia sobre su abuela, a la que, según dijo, iba a ver con un cesto de comida. En principio parecía una persona honrada, pero estaba en mi bosque y la verdad es que tenía un aspecto sospechoso con su extraño atuendo; así que decidí enseñarle lo serio que es cruzar el bosque haciendo cabriolas, disfrazada y sin avisar previamente.
Dejé a la niña seguir su camino, pero yo corrí a casa de la abuela. Cuando le expliqué mi problema, la buena señora convino en que su nieta necesitaba una lección. Estuvo de acuerdo en esconderse hasta que yo la llamase, y se metió debajo de la cama. Cuando la niña llegó, la invité a pasar al dormitorio, donde yo estaba acostado y vestido como la abuela. Ella entró, toda sonrosada, y dijo algo desagradable sobre mis grandes orejas. Como ya me han insultado otras veces así, lo tomé lo mejor que puede, y le dije que mis grandes orejas me ayudaban a oír mejor. Lo que quería decirle es que la apreciaba y quería prestar mucha atención a lo que estaba diciendo; pero a continuación me dirige otra burla sobre mis ojos saltones. Pueden hacerse una idea de cómo estaba empezando a ponerme la niñita, en apariencia tan educadita pero luego tan desagradable. De todas formas seguí con mi política de poner la otra mejilla y le dije que mis grandes ojos servían para verla mejor. Pero su siguiente insulto de verdad que me llegó al alma. Ya saben el problema que tengo con mis dientes salidos; bueno, pues la niña me soltó una broma muy insultante sobre ellos. Sé que debería haberme controlado, pero lo cierto es que salté de la cama y le gruñí diciendo que mis dientes me servirían para comerla mejor.
Bueno, hablando en serio, todo el mundo sabe que ningún lobo se comería jamás a ninguna niñita, pero la muy estúpida se puso a correr por toda la casa chillando, y yo detrás para tranquilizarla. Me había quitado ya las ropas de la abuela, pero esto sólo empeoró las cosas. Y de pronto la puerta se derrumbó con estrépito y apareció un enorme leñador con su hacha. Le miré y me di cuenta de que me había metido en un buen lío, de forma que salté por la ventana que estaba abierta.
Ojalá la cosa hubiera terminado así.
Pero la tiparraca de la abuela nunca contó la otra versión de la historia, y enseguida se corrió la voz de que soy un tipo malo y agresivo. Todos empezaron a evitarme. No sé qué habrá sido de la niñita con su estrambótica caperuza roja, lo que sí sé es que yo no he vuelto a vivir feliz después de encontrarme con ella.

Pequerrecomendación: A mayores y pequeños nos cuesta muy poco llegar a una conclusión con un poco de información del mundo: nos imaginamos el resto y le damos ya valor de verdad a nuestra interpretación. Si desde pequeños les ayudamos a cuestionar las conclusiones, les estamos dando una herramienta más para su mochila, un pensamiento flexible con muchas opciones diferentes, mayor creatividad a la hora de abordar los problemas e inventar soluciones. Juega con él a ¿qué otra cosa puede ser? Cuando observéis a desconocidos en la calle, o en unos dibujos, o en un cuento.

miércoles, 9 de abril de 2014

Principe de los enredos

Esta semana utilizamos un cuento para hablar sobre hablar, que es de lo que estamos hablando este trimestre. Había, una vez, un cuervo. Y una encina. Y nada más entre el cielo y la tierra. El cuervo se posó en la rama más alta y dirigiéndose a las hojas dijo “vaya… qué pena me dais… vosotras protegéis al tronco, bailáis al son del viento mientras las raíces y el tronco descansan al sol….” Miró su reloj y remontó el vuelo, se le hacía tarde. Al día siguiente volvió junto a la encina y posándose en la tierra metió su pico hacia las profundas las raíces, y dirigiéndose a ellas dijo en susurros “vaya, cuánta compasión siento por vosotras, ahí a oscuras, sin poder disfrutar la luz del sol, la brisa, el vaivén del viento… mientras las hojas y el tronco se sustentan sobre vosotras, aquí siempre encerradas en la oscuridad…” las raíces enmudecieron. El cuervo miró su reloj y se preparó para marcharse. Se le hacía tarde. Al día siguiente se posó frente al tronco pero no abrió el pico. Se sentó a esperar. Y vio cómo las hojas al principio tímidamente y luego en una caída sin fin, se tiraban al suelo ¡querían estar quietas y descansar en la tierra, como el tronco y las raíces! Al mismo tiempo, las raíces dejaron de buscar agua y alimento bajo tierra y comenzaron a despuntar desde la tierra, buscando el brillo del sol, y sentir el aire ¡querían sentir lo que las hojas y el tronco tenían a diario! El tronco lloraba desconsolado mientras trataba de hacerse oír por las hojas y por las raíces “¡no hagáis eso! ¡hojas, no os caigáis! ¡raíces, no brotéis! Cada uno tenemos una función…. Por favor…” El cuervo miró su reloj, y partió al momento.
Al día siguiente, con su maleta y su gorro nuevo, el cuervo se posó en el tronco de la encina seca y colgó en la puerta el cartel con su nombre, príncipe de los enredos. Rey de la nada.
Dice Gloria que llevas una ropa muy fea.
He escuchado a Ramón decirle a los de su clase que no te pidan para jugar a muro.
No te invitan al cumpleaños de Soraya porque dicen que eres tonta.
 Contamos entre todos cuántas veces nos ha pasado, que dejamos de hablar a un amigo o amiga porque nos han dicho que ha dicho algo de nosotros por la espalda. Y contamos si conocemos algún “cuervo” liante en clase o entre los amigos del parque, que viene contándonos cosas malas de otros, o cosas que seguramente le sirvan para algo bueno a él pero que es malo para nosotros… ¿hablamos a nuestros amigos mal de otros? ¿nos cuentan cosas malas de otros? ¿qué hacemos cuando nos las cuentan? La idea de las reflexiones sobre el cuento es que compartan experiencias comunicativas, cómo viven las palabras de los amigos, y cómo cada uno del grupo las afronta,  las vive y las resuelve.


Pequerrecomendación: queremos fomentar que los pequeños piensen por sí mismos y que puedan tener en cuenta otros puntos de vista cuando observan la realidad. El pensamiento crítico empieza por ayudarles a escuchar sus pensamientos sobre lo que ven, y retar sus conclusiones pidiéndoles nuevos enfoques y que nos cuenten qué han observado para llegar a esa conclusión. Preguntas abiertas del tipo ¿te ha pasado alguna vez como al personaje del cuento/del amigo del que no está hablando/del personaje de dibujos que está viviendo una situación parecida? Y dejarles que nos cuenten, les ayuda a estructurar en su memoria y en su mundo mental, las experiencias y los significados que les dan. Los cuentos son un magnífico vehículo para estas discusiones, y ¡les encanta que les pongamos voces a los personajes!

martes, 1 de abril de 2014

Un Comité de Notables

Hoy una de las niñas de clase quiere contarnos la historia de una niña que sufre de soledad porque es nueva en el cole y las otras niñas no la dejan jugar con ella. Esta niña está tan triste y se siente tan sola que se porta mal en clase, llora mucho y desobedece, se pelea con su hermano pequeño y no quiere ir al cole. Esta niña ha probado con todas las cosas que sabe hacer: lo ha pedido por favor, como les decimos los papis a los nenes que tienen que pedir las cosas. Se ha puesto triste cuando no la han dejado jugar, se ha frustrado y se ha enfadado, pero todo la lleva al mismo sitio: sigue sin poder jugar en el recreo. Y como ya no se le ocurren más cosas que probar, y como lo que ha probado no le ha funcionado, se ha cansado de probar y ahora se sienta debajo de una mesa y no quiere jugar ni hablar con sus compañeros de clase.
Decidimos hacer un comité de notables para manejar semejante situación ¡hay que hacer algo para ayudar a esta chiquilla! Y el grupo entero se reúne alrededor de una mesa redonda y se nombra un moderador, y una chica que representa a aquella chiquilla, Loreto vamos a decir que se llama. Explicamos esto del comité de notables, ¿esto qué es? Es fácil, mirad. Hay personas que saben mucho de unas cosas o de otras. Imaginaos, estamos en crisis en España y Rajoy reúne alrededor de una mesa a un montón de expertos en solucionar crisis, le dan un saco entero de ideas, y aunque no todas van a valer para resolver la crisis, algunas seguro que se pueden probar. Así que esta tarde, nuestro grupito que empezó a hablar de emociones hace poco más de seis meses se ha convertido en consejero para Loreto. Así que la consigna es: imaginémonos que sabemos todo lo que pasa por las cabezas de los niños, y sabemos ya mucho de Inteligencia Emocional, y de cómo se sienten las personas. Si fuéramos expertos en esto… ¿qué le recomendaríamos a Loreto?
Nuestra Loreto que no tiene un grupito de amigas en el recreo es, durante toda esta hora, la que encabeza la mesa alrededor de la que charlamos sobre posibles cosas que se nos ocurren que puede hacer. Es la razón de que estemos allí y así como nos decía que no se sentía querida en el recreo, de pronto es el centro de la clase. Y poco a poco salen ideas, algunas loquísimas, otras imposibles, algunas que quizás… y otras que no sé…  y hemos aprendido todos ¡ojo! Loreto ha incorporado varios puntos de vista a lo que ella ya veía, y algunas ideas que igual podrían ayudarla a que sus compañeras de clase la dejaran jugar, y se ha visto a sí misma a través de los ojos de sus compañeros de clase de IE. Los compañeros, se han convertido en expertos ¡y menudos expertos! Hablábamos de enfados, de pegar, de tristeza, de frustración, de rabia… y han compartido sus experiencias y practicado la empatía. Loreto pensaba que era la única a la que le pasaba, esto de que no la dejaran jugar. ¿sabéis qué? Resulta que a Eduardo le piden el último para jugar al basket y le hace sentir mal. Y que a Mónica no la dejan jugar a la comba porque dicen que se cae todo el rato y es una torpe. Y entre todos, con consejos y empatía, han conseguido que Loreto se vaya a casa con una lista de opciones en su mochila de recursos y se han ido ellos mismos con la satisfacción de haber hecho sentir mejor a otra persona con sus habilidades. Hay clases que no quieres que se acaben nunca… esta fue una de esas.

Pequerrecomendación: las reglas del mundo de los mayores no aplican en todos los momentos en el mundo de los pequeños… los compañeros del entorno donde un peque se siente mal, triste, rechazado o dado de lado, pueden aportarle alternativas que nuestro peque no ve, porque desde algunos sentimientos uno no quiere alternativas. Quiere hacerse bicho bola y desaparecer. Dejarles gestionar ese sentimiento y que valoren las alternativas y sean ellos quienes propongan lo que van a hacer, les ayuda en ese proceso de toma de decisiones y a elegir la solución que les parece mejor, así ven cómo sus decisiones se relacionan con los resultados y aprenden a regularlas. 

martes, 25 de marzo de 2014

Los otros también sienten

“¿Cómo es que mi madre me regaña cuando tengo deberes que hacer y yo estoy a gusto jugando y le digo que no quiero dejar de hacerlo? ¡Si me estoy divirtiendo! ¿Por qué no me deja? Igual cuando estoy hablando con mi compañero de mesa en clase, que la profe me regaña porque me distraigo. No me entienden…” De esto va la empatía. Uno se fija en los sentimientos de uno, y tener en cuenta sentimientos y necesidades de los demás, no es fácil. ¿Qué hemos hecho durante muchas de las clases del segundo trimestre? Disfrazarnos. La empatía tiene mucho de eso, de ser otro por un momento.

Os cuento una de las que hemos hecho: tenemos un bolsón enorme con trapos, retales, algunas prendas viejas y viejos disfraces míos y de mis hijos. Los desparramamos en el suelo y cada uno puede elegir las prendas y complementos que quiere usar para crear un personaje que será secreto. Se toman su tiempo probando unas cosas y otras hasta que ya lo encuentran, y entonces cada uno sale al centro del círculo y escenifica las cosas que hace y dice su imitado. Tiene que hacer todo, voces, gestos, frases hechas… y entonces los demás tienen que adivinar quién o qué es. A veces es un profe, la doctora, tuvimos un ciego, un príncipe, una bailaora,… Imitar a alguien no es solamente vestirse sino por un momento reflexionar qué hace, cómo lo hace, qué dice y cómo lo dice, otra persona. Actuar delante de los compañeros vence la timidez entre risas, ya que todo el juego ha sido libre, las normas han sido pocas, y han ido eligiendo hasta ese momento lo que han ido queriendo, cambiando, volviendo al principio. Se han tomado un rato para pensar qué querían que vieran los otros de su personaje y han salido al centro, y con gestos, baile, y mímica han hecho lo que hace su imitado. Entre todos iban probando ¡eres una cantante! ¡no, no, es una bailarina, mira…! ¡que no, que es una profesora de baile! Y la profesora hacía una reverencia hacia el público y dejaba paso al siguiente disfraz. Durante la sesión, curiosamente no ha habido peleas, y ha habido muchos menos tropezones de unos con otros. Se han movido libres por la clase, haciendo cosas y gestos que no hacen normalmente, y hablando con sus amigos hasta haciendo las voces de sus imitados. Han sido otros por un buen rato y al acabar, cuando hemos hecho una ronda de mímica rápida con un gesto a adivinar por cada niño, todos han acertado rápidamente cómo se sentía quien estaba gesticulando. Salir de sus roles les enseña que hay otros sentimientos aparte de los suyos, y poco a poco a pensar en ellos cuando sacan una conclusión.

Pequerrecomendación: motivarles a experimentar con otros roles les permite sentirse otro por un momento –dentro de cada edad hay algunas limitaciones, habrá una entrada explicándolo-Cuando quieras que reflexione sobre algo que ha hecho desde otro punto de vista, pídele que se disfrace, que imite la voz, que se ponga una prenda… de la persona que quieres que imite. Si es papá, dale una corbata, y dile que te cuente lo que ha pasado como si fuera papá, y cómo se siente siendo papi, frente a lo que haya sucedido.

lunes, 17 de marzo de 2014

¿Existen las musarañas?

Eso es lo que debe estar pensando esa cabecita de mirada perdida en la esquina izquierda del techo de su cuarto... ¿existen las musarañas? Bueno, en eso, en cómo se produjo el big bang o, en definitiva, en lo que piensen los niños que están pensando en las musarañas. Algunos de nuestros pequeños están presentes todo el rato y otros… otros viven en su mundo paralelo. Que abstraerse no es malo, ni pensar, ni estar en nuestras cosas. Pero es cierto que es hay mucho en el mundo en que vivimos que tenemos que tener en cuenta. Hay un orden en las cosas y nos toca adaptarnos para que nuestra vida no sea un completo caos.
Como padres y educadores, vemos en los peques sus tendencias naturales –a la actividad, al silencio, a la timidez, a comunicarlo todo, a tener la cabeza en babia…- y lo que podemos hacer es ayudarles a responsabilizarse de llevar a cabo los planes que les ayudarán a sentirse más adaptados. Porque no tiene nada de malo ser tímido, pero en un momento de la vida toca exponer un trabajo que hemos hecho en equipo y se nos ponen malos de la barriga y no duermen en toda la noche con los nervios. Ni es malo ser un explorador del mundo –o un culo inquieto, como queráis llamarle- pero para poder aprender necesitan ser capaces de prestar atención y concentrarse o el mensaje les pasa desapercibido y nos parece que no aprovechan las lecciones en clase. En la clase que os cuento hoy, hemos tenido la ocasión de trabajar con este despiste, con algunas sencillas acciones que además han sido divertidas para nuestra peque, que llamaremos Eugenia.  Después de que profesora y mamá se sentaran para discutir sobre las rutinas y en qué puntos a Eugenia se le va el santo al cielo, llegaron a la conclusión de que ella debía encargarse de preparar algunas de sus cosas para el cole y así hacerse más responsable y consciente. Os cuento cómo lo hicimos:
  •           Eugenia saca sus cuadernos de ejercicios cuando se va a sentar a hacerlos en casa, y cuando los acaba, revisa el resultado antes de llamar a sus papis. Después de que ha acabado de revisarlos, ella se encarga de meterlo en su mochila para mañana.
  •           Pusimos una carpeta transparente junto a los cuadernillos, de tamaño folio, en la que Eugenia pone tanto las notas que van para las profesoras, como las que vienen del colegio.
  •           En esta misma carpeta, con pegatinas de diferentes tamaños y colores,  Eugenia se ha ido apuntando las cosas que suelen olvidársele. Es importante poner su nombre en las hojas sueltas. En otra dice “¿están las hojas en la mesa de la profe?”. Hay una más recordando “¿y los libros, están en la caja?”

A través de las rutinas les damos seguridad a nuestros peques. Hacemos un entorno en el que pueden imaginarse qué es lo siguiente que va a pasar, qué es lo que probablemente va a ir sucediendo. La sorpresa es refrescante, y se aprende a disfrutar más y más con la edad. ¿Habéis visto a algún chiquillo cansarse del cucu-tras? Puedes esconderte y aparecer por horas. Cada vez se ríen más fuerte. Ya saben que les vas a aparecer de nuevo. Y lo contentos que se ponen cuando apareces va de la mano con lo contentos que se ponen por haber sido capaces de predecirlo.

Pequerrecomendación: Eugenia hizo su carpeta ella misma, con los mensajes que sus papis y su profe le dieron sobre su despiste. Y aún los lee cuando saca la carpeta de la mochila. Con el tiempo esperamos que sin leerlos, recuerde estos puntos importantes de su día a día. Y lo mismo sigue siendo un poco soñadora y su espíritu vuela en momentos del día, pero le habremos dado herramientas para desenvolverse en su pequeño gran mundo de manera que ser una soñadora, no sea un problema para llevar a cabo sus tareas. ¡La mochila de nuestros pequeños cada vez tiene más recursos!

La autoestima

Empezamos a trabajar las emociones con una que nos va a ayudar a ponerle nombre a todas las cosas que hacemos bien y por las que nos felicitan, porque esas habilidades nos van a servir luego de palanca para gestionar las emociones que sean más difíciles de manejar. Esta clase de hoy la utilizaremos para conocer el cuento a través del que vamos a trabajar, ya que será en varias sesiones distintas que experimentaremos. Se trata del cuento de una abejita (pobrecilla, alérgica a las flores) que descubre a través del diálogo con su amigo Li para qué sirve y qué cosas hace bien, ya que no puede hacer lo que se supone que hacen las abejas, que es miel, porque el polen le hace estornudar todo el rato. En el cuento, resulta que Berta la abejita es muy valiente, se le da muy bien hacer poemas y alegrar el día de los demás. En el juego de hoy, los peques han experimentado con su sentido del oído y la orientación, con el juego de las mariposas y los murciélagos. Han debatido sobre las cosas buenas que sabe hacer Berta, cómo debía sentirse por no poder hacer miel (desgraciada) y lo contenta que se puso cuando encontró que podía hacer otras cosas muy bien. Han dibujado sobre una ficha cómo son y qué se les da bien (algunos han llegado a dibujar también cómo eran – para ver cómo crecen y aprenden y saben cada vez más cosas- y tocado también cómo serán –por hacerse una idea de las habilidades que ahora están desarrollando y que les servirán cuando vayan siendo más mayores)
Pequerecomendación: la abeja Berta no puede hacer algo que es importante para ella, pero acaba encontrando cómo hacer cosas que la hacen feliz. Así mismo para nuestros peques el no poder hacer algo que les gusta o que en ese momento es importante, les causa frustración que se traduce en enfados (rabietas, pataletas, gritos) o tristeza (se aíslan). Podemos ayudarles dándoles alternativas de cosas que sí pueden hacer, pidiéndoles a ellos sugerencias. Así, aprenden a gestionar las limitaciones que tenemos al vivir en sociedad (leyes y normas), o como personas (alergias o discapacidades) mirando a lo que sí pueden hacer y no centrándose en lo que no pueden.

Experimentando con la Autoestima

Aprovechamos que hace un buen día para jugar en la calle (y quizás no queden muchos de estos ya hasta primavera) para hacer la sesión de juegos sobre el cuento en el patio. Empezamos por recordar el cuento, sin leerlo de nuevo, sino preguntando a los peques qué recuerdan de la historia. Volvemos sobre los valores del cuento para recordar en qué somos buenos nosotros. Jugamos al juego de la muralla china y la invasión de los mongoles (ya que el amigo de Berta es chino) para trabajar el cumplimiento de las normas acordadas y divertirnos practicando un ejercicio de coordinación, astucia, y velocidad. Seguidamente jugamos a ser abejas que traen a la colmena los colores necesarios para hacer miel, donde cuenta el trabajo en equipo, la observación y la velocidad, igual que la obediencia a las normas que hemos acordado conjuntamente. Para acabar la clase, aterrizamos como abejitas en un trocito de patio donde aún quedan rayitos de sol y hacemos asamblea. Cada uno de los niños cuenta a los demás qué es que lo que saben hacer para hacer sentir bien a los demás, buscando un ejemplo de algo que hacen con papá y mamá para que éstos sonrían. De cada sugerencia de cada uno todos opinan, le dan ideas, le aplauden o le dicen qué les parece, si ellos hacen eso u otra cosa. Hoy se han ido con deberes a casa: cada uno va a practicar eso que hace sentir bien a sus papis y el próximo día nos contará qué ha hecho, y reflexionaremos sobre qué ha sentido al hacer sentir bien a alguien querido.
Pequerecomendación: ponerse en el lugar de otro es un ejercicio que progresa con la edad en el desarrollo infantil. Cuanto más mayores, más hábiles en esta tarea, pero también es el momento en el que se generan los sesgos de pensamiento. A cualquier edad, devolver a los pequeños la reflexión ¿cómo crees que se siente ahora xxx? Ya les lleva a calzarse los otros zapatos y mirar el mundo desde allí, con lo que considerarán qué sienten otros con lo que ellos hacen. Con los más pequeños es útil ayudarles a reflexionar un poco más ¿está contento tu amigo ahora que te has burlado de su peinado? ¿crees que se siente más feliz? ¿está papá alegre ahora que has recogido tu cuarto? ¿te sientes más feliz?

Vamos a conocernos

En la primera clase, claro, hablamos con el grupo de quiénes somos y qué vamos a hacer aquí. Os sorprendería escucharles hablar de emociones ¡qué claro lo tienen! Cuanto más pequeños, más básicas las emociones, y más familiaridad para hablar de ellas. Según crecemos vamos ganando en vergüenza y en complejidad; así ya los de último ciclo hablan de timidez, vergüenza, sonrojo… y los de primer ciclo van más por alegría, enfado, tristeza y asco. En esta primera clase nos presentamos ligeramente al resto, de momento con nuestro nombre, y nombramos las emociones que conocemos. Después que cada miembro del grupo ha nombrado una emoción, y contado cuándo la siente, pasamos a ponerle “cara” y cada uno dibuja la emoción que quiere en una tarjeta de cartulina, con rotuladores de colorines. Al terminar, se “barajan” todas las cartulinas y se reparten a los pequeños actores. Los más osados ¡se subieron a la mesa para representarla! El juego consistía en hacer gestos y mímica para que los demás adivinaran la emoción que estaban actuando. Hubo algunas muy facilonas pero en algunas hubo discusión y se tardó en adivinar y es que no es tan fácil saber qué emoción está sintiendo la persona que tenemos delante siempre ¿verdad? Tuvimos también nuestro ratito de reflexión sobre qué hacemos en cada emoción (si gritamos cuando nos enfadamos o pataleamos y nos tiramos al suelo cuando estamos tristes) Y para finalizar la clase hicimos diez minutos de relajación. De momento les cuesta relajarse ya que además el espacio es nuevo para todos, no conocemos al grupo, ni a la profe, ni nos resulta sencillo guardar silencio para relajarnos “profundamente”. Se trata de que poco a poco ganemos familiaridad con las técnicas de relajación y acabemos cada clase con ese momento tranquilo que luego además nos servirá de “entrenamiento” para manejar los nervios de antes de los exámenes o de cuando la profe nos pregunta o de cuando no podemos esperar para que mamá nos lleve al cumple de nuestro amiguito.
Pequerecomendación: No siempre paramos a pensar cómo nos sentimos y resulta un reto ponerle nombre a algunas sensaciones. Podemos ayudar a nuestros hijos a identificar cómo se sienten preguntándoles si les late el corazón muy deprisa, si les sudan las manos o tienen ganas de llorar, o de golpear. Esto les ayuda a mirar hacia dentro de sí mismos y a ponerle un nombre a lo que sienten, lo que facilitará la comunicación con los mayores (con los demás en general) y después poder inventar alternativas para actuar de diferente manera dentro de la misma emoción (otras formas de canalizar el enfado, la tristeza o la alegría)

lunes, 10 de marzo de 2014

¡No me gusta!

Estábamos empezando la clase, organizando lo que íbamos a trabajar, cuando la misma interacción entre los pequeños nos da una oportunidad para trabajar en comunicación, espontáneamente. Con los peques he aprendido que puedo llevar un guión en la cabeza de lo que quiero trabajar en clase, pero que no todos los días son iguales, y hay días en que el juego tiene que ser más flexible y otros en que estar sentados nos resulta lo mejor. Así que tengo los ojos abiertos, porque aunque yo llevo mi juego en la cabeza, en ocasiones ha sido algo que ha pasado en clase lo que ha propiciado un aprendizaje y una reflexión.
¿Qué pasó? Pues sencillo, algo que además seguro que os pasa en casa en muchas ocasiones. Los peques buscan el apoyo o la ayuda de los mayores alrededor cuando alguien les molesta. No me entendáis mal, que no es que esto esté mal ni nada. Si uno más grande le está haciendo daño, lógicamente intervendremos y defenderemos a nuestro retoño. Hacer esto, no obstante, no impide que le ayudemos a acostumbrarse a hacer notar lo que le gusta y lo que no, a quien se lo hace. Total, al pequeño [Ernesto vamos a llamarle], un compañero de juegos suele golpearle para llamar su atención. Ernesto viene cada vez llorando “prooooofeeeee… que [Julián se llamará el susodicho] me ha pegado una patadaaaaaaa….” Entre hipos y lágrimas. La profe, mamá, el mayor que esté a mano seguro que le dice a Julián “chico, ve con cuidado, ¡no hagas daño a Ernesto, hombre!”. Correcto. ¿Y si invitamos también a Ernesto a decirle a Julián “oye, Julián, no me golpees, ¡no me pegues, que no me gusta!”?. Ernesto seguirá por supuesto buscando la ayuda de quienes le protegen en cada entorno cuando Julián le golpee, pero sabrá que él también puede hacer algo con la situación. Él tiene algo que decir, algo que hacer, frente a las cosas que le desagradan. Y en ocasiones ese algo sucede que soluciona parte del problema, y Julián le pega menos porque Ernesto “responde” de una manera directa con una respuesta que es absolutamente lógica, que es algo que los niños valoran usualmente más que los adultos. Me explicaré. “No me gusta” no tiene respuesta desde el punto de vista de la razón. No se puede estar equivocado en lo que a uno le gusta o no. No entramos en que si está bien o mal, o que si la razón la tienes tú o yo. Solo es que no me gusta. Si quieres jugar conmigo, no harás cosas que no me gustan ¿no?
Que se van a seguir “peleando” y encontrando ¡claro que sí! Sólo le estamos dando una herramienta a ese peque, para su mochila de recursos para vivir en sociedad. Es más probable que te den lo que quieres si sabes pedirlo.

Pequerrecomendación: Cuando viene y te pide ayuda en situaciones en que hay otra persona implicada, invítale a decirle al otro cómo se siente. Cuando algo no le guste, invítale a que le ponga nombre y lo haga saber. Le estarás ayudando a ampliar su vocabulario emocional, además de mejorar su comunicación con quienes le rodean, amén de entender más de sus sentimientos ¡Todo ventajas!

sábado, 8 de marzo de 2014

Hablamos de hablar

-          ¿Quién sabe hablar de por aquí? Comenzamos la clase preguntando. ¡Qué bien! Todos levantan la mano. ¿Y quién me dice cuál es su equipo de fútbol favorito?
-          ¡yoooo! ¡el madriiiiiid!
-          Ay, qué bien. Del mejor equipo del mundo.
-          ¡Que nooooo! ¡Qué el Madrid es una m…..! ¡Yo soy del Atleti! ¡Eres toooooonto!
Y sí. Si definimos “saber hablar” como la capacidad de utilizar el lenguaje, sabemos hablar todos. Ahora ¿hablar sin ofender a los demás, sin atacar, sin menospreciar? A menudo necesitamos que lo que les gusta a los otros sea malo para que lo nuestro sea bueno. Y entonces mi equipo “es el mejor”, parece que no nos basta con que sea bueno, o nuestro favorito. Y Violeta es la mejor artista de todos los tiempos y si alguien le dice a nuestra hija que canta fatal, nuestra hija casi rompe a llorar, o empuja al osado que se ha atrevido a insultar a su ídolo.

Hay mucho detrás del por qué nos pasa, lo de identificarnos con un equipo de fútbol, un cantante, un actor o actriz, un artista, o en el peor de los casos algún televisivo famoso. Sin entrar en eso, que dará para otra entrada, hoy haremos un repaso rápido de lo que vamos a trabajar a través de varias actividades en grupo sobre la comunicación. Queremos hablar de cómo utilizar el lenguaje positivo y para ello los menos vergonzosos se han atrevido a cantar y bailar. Cada uno de sus compañeros tiene que encontrar algo que le haya gustado en su actuación. Aprendemos a fijarnos en lo bueno, en lo positivo, a darle palabras y también a atrevernos a decirlo –parece que de peques es más fácil “meterse” con alguien que decirle “oye, ¡qué bien cantas!”
Vamos a hablar de hablar bien, valorar lo bueno y observar cómo se siente el evaluado, y vamos a hablar de decir las cosas que no gustan. A nadie le gusta que le digan “eres torpe”, “cantas mal”, “eres tonto” o en general, cualquier cosa que nos haga dudar de que a los demás les gustamos. Mal lo llevamos de adultos. Imaginaos los niños, que hasta bien entrada la adolescencia están construyendo su imagen de sí mismos, su personalidad, su “quién soy yo”.
Aprender a decir a los demás lo que no nos gusta, sin despreciar, puede servirnos para tener una vía de comunicación con los otros más amigable, que evita enfados y peleas, y que nos deja la satisfacción de ver que el de enfrente no se siente mal con nuestras palabras. Aprenderemos pues a hablar de los hechos, o de las cosas, pero no de las personas. Y ya de paso reflexionaremos sobre quiénes somos y con qué o quién o quienes nos identificamos, qué nos gusta de aquello o aquellos que imitamos.

domingo, 2 de marzo de 2014

Bienvenida

¡Bienvenidos! El objetivo de este blog es manteneros informados del desarrollo de las clases de Inteligencia Emocional y que podáis seguir a través de estas entradas, el programa de trabajo con los pequeños en las clases semanales. Los tres trimestres del curso están estructurados en tres temáticas: vocabulario emocional en el primero (trabajar, ampliar y profundizar en lo que saben sobre emociones), comunicación (empatía y asertividad) en el segundo y motivación (automotivación y autoconcepto) en el tercero. Aunque muchas clases incluyen ejercicios que trabajan varios temas y aprovechamos la interacción en clase para sacar todas las lecciones que podemos.
Suena todo muy formal ¿a que sí? Creedme, los niños pasan esta hora de la semana esencialmente jugando. Dibujamos, ya que el dibujo es un vehículo inestimable para que los pensamientos de los peques tomen forma. Escenificamos, y los pequeños tienen la oportunidad de actuar en emociones que no están sintiendo pero que evocan. Leemos, ya que los cuentos sirven como metáfora de los mensajes que queremos reflexionar y los animales nos vienen de fábula (¡nunca mejor dicho!) para canalizar las reflexiones. Jugamos, porque a través del juego experimentamos valores esenciales. Voy a detenerme aquí un poco, porque creo que vale la pena extender un poco esta explicación. Las investigaciones más recientes apuntan a que el juego es una forma “segura” para los niños de experimentar física y mentalmente sobre vivencias que luego la vida irá presentándoles y que resolverán de manera más competente cuando más hayan desarrollado la habilidad. Con esto quiero decir que jugar es un asunto realmente serio. Todas las clases comienzan con un juego. Os podré un ejemplo. Para que el grupo gane confianza mutua, jugamos a que uno con los ojos vendados busque y encuentre a un compañero que tintinea unas llaves. El grupo entero hace un círculo alrededor de los jugadores, cogidos de las manos. El grupo entero ha de guardar silencio para que el cazador pueda escuchar, y todos de las manos protegen al cazador que no ve, para que no pueda hacerse daño. Todos protegen, colaboran, aceptan las normas, trabajan en equipo y se sienten parte de algo. El cazador se guía por sus sentidos, el cazado se divierte. Todo el mundo aprende algo y todos a la vez disfrutan.
Esto os dará, espero, una idea de lo que hacemos en clase y no os sorprenderá tanto cuando los pequeños vengan con un dibujo de sus mejores habilidades por terminar, os cuenten que han sido murciélago o mariposa, o hablen de la abejita valiente que asustaba a los cazadores.

Gracias por confiarme a vuestros hijos, os aseguro que para mí también está siendo un aprendizaje inestimable.