Jugar es el trabajo principal de niños y niñas, la actividad
a través de la que son capaces de experimentar el mundo, aprenderlo, hacerlo
suyo. Desde los juegos individuales de cuando son bebés a los juegos de reglas
(cada vez más complejos) que simulan la vida real, cada oportunidad de jugar es
una oportunidad de que un niño aprenda algo, mejore sus habilidades, ensaye
formas de comportarse frente a diferentes situaciones.
¿Cómo es que mis peques acaban jugando al fútbol en clase de
inteligencia emocional? Bueno, en invierno, pasamos muchos días con pinturas y
teatros. Ahora hace buen tiempo, y los chiquillos adoran estar en el exterior.
Les predispone a las actividades con más ganas, por una parte, y el hecho de que
el vehículo sea un juego que les gusta, nos facilita el tiempo que atienden a
la actividad que proponemos ese día. Que yo lo pienso y me digo que como madre,
pensaría algo así ¿qué hacen tirando penalties si se supone que está
aprendiendo sobre emociones?
Os cuento para qué nos ha servido el fútbol concretamente, porque
hasta quienes estaban en principio menos interesados en el deporte en sí, han
acabado participando en las actividades de cada semana.
¿Por qué fútbol? Bueno, lo confieso, el fútbol me gusta a mí
también. Pero más allá del deporte en sí, un deporte de equipo favorece el trabajo
en equipo. Y uno de los trabajos en los que hemos insistido más a lo largo del
curso, ha sido en que aprendan a hacer las cosas de más formas a las que
sabían. Más allá de buscar comportamientos siempre correctos (que es una
carrera de fondo que lleva tiempo) estamos viendo cómo más se pueden hacer las
cosas, generando alternativas. Y si me enfado cuando no me pasan y lloro y me
enfado y me voy a la banda esperando a que la profe venga a rescatarme, veo
cómo otros amigos manejan la misma situación de otra manera. Algunos chillando,
otros persuadiendo, otros ofreciéndose…. La frustración es una de las emociones
que más variedad de comportamientos tiene entre los pequeños, y es que en
muchas ocasiones ni siquiera saben separarla del enfado. Su reacción es tan
instantánea que piensan que se han enfadado con alguien, cuando en realidad
sienten frustración porque algo no sale como ellos quieren.
Total, nos tiramos una clase entera haciendo partidillos
cambiando a los jugadores de equipo. Cuando iban separados entre mayores contra
pequeños, los pequeños se peleaban todo el rato entre ellos: nadie se pasaba la
pelota. Pero en el cambio de jugadores hacemos “huddle” (nos apiñamos alrededor
de la pelota) y observamos ¿qué están haciendo los otros? Se la pasan y meten
goles… ¿podemos hacer eso nosotros también? Vamos a intentarlo… y vemos cómo
haciendo algo diferente el resultado es distinto y en lugar de cruzar los
brazos enfadado en la banda, aprendo a mirar qué otras formas hay de hacer las
cosas…
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