martes, 11 de noviembre de 2014

Cuido lo que me importa

Chicken or the Egg o aprender a valorar y cuidar lo que realmente nos importa ¿alguno os veis en este cerdito huevofritadicto? Bueno, no hace falta que sean los huevos fritos, pero todos tenemos un algo, ese algo, que nos encanta y que nos cuesta imaginar nuestra vida sin ello. Voy a confesar el mío: el chocolate. 

Los peques lo tienen más complicado aún, en su inagotable carrera por aprenderlo todo de la vida y probar, trastear, enredar y juguetear con todo lo de su alrededor, hay un buen número de cosas que les apasiona. Y digo apasiona porque de niños le ponemos más pasión a lo que nos gusta que en los años en los que nos convertimos en adultos. Entonces lo que a nosotros nos parece un gusto desproporcionado por un juguete particular, por una afición, por una peli (¿los vuestros también ven las que les gustan dos millones de veces a la semana?) resulta que es el fruto de nuestros pequeños llenándose de sensaciones agradables, que es uno de sus objetivos vitales en estos primeros años de vida.

Como padres, nos encanta ver a nuestros hijos contentos y disfrutando de lo que les gusta ¡faltaría más! Y sea un huevo kinder o una serie de dibujos, queremos que no les falte de nada. El asunto de la tolerancia a la frustración por no obtener lo que quieren da para varias entradas, y varias tendrá, pero hoy quería introducir el concepto de cómo elegir el beneficio de largo plazo ayuda a nuestros hijos a definir y afianzar sus valores y comprometerse con acciones y actitudes que no tienen un beneficio directo e inmediato necesariamente. Ojo, que cuanto más pequeño el niño, más difícil es que relacione que algo que él ha hecho ha tenido una consecuencia. El reto aquí es asegurarse de que va viendo cómo lo que hace va "cambiando" su entorno.

Para ello, hemos empezado por identificar a alguien importante de nuestro entorno, mamá, papá, tito o la profe de inglés. Y cada niñ@ ha contado a los demás su experiencia, después de escuchar este cuento del cerdito que deja de comer huevos fritos por amor. Hemos hecho una ronda de puesta en común de qué significaba para ellos dejar de comer su chuche favorita por ver contenta a su mami que les dice que coman chuches solo los viernes, o si podían empezar a hacer algunas cosas que les parece que a sus profes les pondría contentos, como dejar de levantarse durante la clase (algunos culos inquietos en nuestro grupo) o hacer "shiiiisssssssss" a sus compañeros cuando la profe les manda callar porque hay mucho revuelo.
Nuestro grupo no supera los 10 años, todavía están construyendo las relaciones entre las cosas que pasan y las reacciones de quienes les rodean, y estamos aprendiendo qué parte de lo que pasa a nuestro alrededor puede tener que ver con nosotros y si queremos que las cosas sean diferentes de alguna manera, qué podríamos hacer nosotros.

Pequerrecomendación: no es hasta los 12 o 13 años que el pensamiento de los niños se torna "científico" en el sentido de ser capaces de relacionar causas y consecuencias. Pero si cuando te habla de las personas de alrededor, de lo que ha pasado en el cole o en el parque, o en casa de los abuelos cuando no estabas, le ayudas a reflexionar sobre otras posibles formas de comportarse (si las genera él y le preguntas qué crees que habría pasado, que reescriba el final de la historia) irá viendo que hay una relación entre las cosas que pasan y lo que él hace y que haciendo diferente, se puede obtener un resultado distinto.
  

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