Llueve y no podemos salir a hacer las actividades en el
patio, así que hoy utilizamos el aula para vivir aventuras en las que no somos
quienes somos, sino otros. Nos disfrazamos de lo que se nos ocurre y
representamos una escena por parejas para nuestros amigos. Hoy podemos ser lo
que queramos ¿a que mola? Así que hemos tenido en clase un vaquero y su caballo
salvaje, dos hawaianas bailonas, una cantante y su bailarina que nos han
cantado y bailado sin timidez ninguna y un príncipe generoso y una bailarina de
su séquito, entre otras cosas.
En todas las clases tenemos esos muchachos más reboleras que
les cuesta sentarse, parar quietos, que se les va la mano con los compañeros…
hoy hemos tenido la oportunidad de que uno de esos compis expresara otra cosa
que él es, también. Hemos visto una metamorfosis de rebolera mayor del reino a
príncipe generoso, que se ha disfrazado con todas las capas brillantes que ha
encontrado en su camino, collares, pulseras y anillos, y ha ido ayudando a los
compañeros de la clase con sus disfraces, les ha ido “regalando” algunos de
esos complementos que había cogido para sí, ha buscado en el cajón prendas y
complementos para los disfraces de sus amigos, y se ha comportado como un
verdadero príncipe cuidando de sus súbditos durante toda la clase. Vamos a
llamar Diego a nuestro príncipe, y Sarah a su bailarina. Curiosamente, desde
esa clase, de puerta para adentro, Diego es siempre un príncipe generoso, y no
ha vuelto ni a pegar ni a pelearse con ningún compañero. Como él les ofrece su
ayuda, los amigos no le provocan para que se enfade, y entonces toda su
relación es más tranquila y amistosa. Hoy, ahora, Diego es un príncipe. Pero ¿qué
es el resto del tiempo? Diego es inquieto y curioso, no para quieto, le cuesta
concentrarse y prestar atención, hay mil estímulos a su alrededor que le
distraen. Además, reacciona pronto a las provocaciones de los compañeros y rápidamente
se le va la mano y pronto acaban peleando a tortas por cosas de lo más tontas. Así
que todo el mundo dice de Diego, y a Diego que ES un trasto. También ES
inquieto, ES revoltoso, ES distraído. Y como
ES así, nos preparamos para esperar lo peor de su comportamiento. Y dado que
eso es lo que esperamos, eso es lo que nos da Diego. Cuando empezamos una
actividad le decimos “¡a ver si puede ser que prestemos atención hoy, por una
vez!” o “vais a acabar peleando como siempre ¿no? De verdad, Diego ¡cómo eres!”
Ojo, que esto no nos pasa sólo con los pequeños. Os invito a
leer sobre esto mismo aplicado a los mayores en el blog de mi socio sobre Estar Siendo Este es el resultado de las etiquetas
que nos ponemos, y nos ponen, cuando somos pequeños. Algunas nos acompañan el
resto de nuestra vida y de mayores son parte de nuestra identidad, inmutables…
Pequerrecomendación: es
tremendamente difícil evitar las etiquetas todo el tiempo, es casi imposible. Pero
podemos empezar por prestar atención a las que tienen nuestros hijos y
plantearnos la alternativa temporal de esa etiqueta permanente. Igual no ES un
despiste, sino que HOY está muy despistada y no presta atención a las cosas. Esto
le deja la puerta abierta a prestar atención mañana, cuando si ES despistada,
ya no puede hacer nada para cambiar lo que hace pues haga lo que haga ES como
ES. ¿Qué etiquetas tienen tus hijos? ¿Cómo puedes ayudarle a quitársela?
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