miércoles, 23 de abril de 2014

¡Me importas!

Estamos aprendiendo a aprender sobre los demás. Os contaría lo de la descentración del pensamiento infantil y cómo les ayuda en su desarrollo cognoscitivo, pero me ibais a acusar (y con razón) de decir palabrotas. Y como tengo un compromiso con mis hijos de no decir palabrotas para ser un buen ejemplo para ellos, voy a contároslo de otra forma. En vez de hablarles de Piaget, hemos discutido cómo es que los mayores llegamos a aprender de los demás. Y se nos ocurrió que podíamos imitarlos, y practicar a preguntar primero para responder a algunas preguntas que teníamos “como tarea” contestar, pero luego ya por curiosidad genuina, para saber más de nuestros amigos. Nos convertimos, por turnos, en entrevistadores y entrevistados durante toda una clase. Libreta en mano, fuimos a por unos datos básicos: nombre, años, color favorito, asignatura preferida, deportes que le gustan… y según se iban completando, los mismos entrevistadores iban añadiendo. ¡Se acabaron contando hasta sus películas favoritas!
Y os preguntaréis ¿para qué quiero yo que mi niño aprenda a preguntar sobre su plato favorito a sus amigos? ¿O cuál es mi vestido favorito? Sabemos por algunos estudios que una alta puntuación en inteligencia emocional suele ir de la mano con personas satisfechas con sus vidas. Y si convertimos el concepto “emocionalmente inteligente” en cosas que hacemos o decimos (conductas observables) una de las primeras que nos encontramos es la capacidad de interesarse por otras personas. Cuando aprendemos a escuchar a los demás, a hacerles preguntas, a querer entenderlos, desarrollamos muchas habilidades que mejoran nuestro nivel de IE. ¿Cuáles?
-          La empatía. Porque cuando nos preocupamos de saber más sobre alguien, podemos acabar entendiendo cómo se siente respecto a una situación.
-          La capacidad de escucha. Porque para entender lo que nos dicen, tenemos que poner nuestros sentidos en la otra persona y eso que nos está contando. Y cuando prestamos atención a otra persona, hacemos que ésta se sienta mejor, sólo por el hecho de sentirse escuchada. Cuando otra persona se siente atendida en lo que dice, tiene más ganas de compartirse, es más amable, y normalmente se pone contenta. Al compartir esa emoción, el “entrevistador” se contagia de que su “entrevistado” esté alegre de poder hablar de sus cosas.
Así que si fomentamos la curiosidad innata de nuestros pequeños por las personas que les rodean, les estamos abriendo el camino a pensar en los demás, a considerar que hay gustos diferentes a los suyos, puntos de vista que ellos quizás no habían visto, que los otros sienten, viven, piensan, de diversas maneras y que ellos, a través de preguntas (ya llegaremos a fomentar la capacidad de observación, para otra clase!) pueden conseguir mucha información sobre su mundo

Pequerrecomendación: no te hace falta ponerle a hacer entrevistas en el parque pero puedes preguntarle por los gustos de otros cuando te habla de los suyos espontáneamente. Entonces cuando te cuenta que quiere arroz blanco para comer porque le encanta le puedes preguntar ¿sabes cuál es el mío? ¿y el de papi? Y luego cuando se cocina ese plato en casa, el favorito de uno de los papis, o cuando se come fuera, el peque se sentirá feliz al recordarlo y el papi correspondiente por saber que lo recuerda, y estaremos promoviendo a la vez el interés genuino por los que le rodean, otra herramienta para su mochila de habilidades emocionalmente inteligentes.

miércoles, 16 de abril de 2014

¿No puedo SER otra cosa?

Llueve y no podemos salir a hacer las actividades en el patio, así que hoy utilizamos el aula para vivir aventuras en las que no somos quienes somos, sino otros. Nos disfrazamos de lo que se nos ocurre y representamos una escena por parejas para nuestros amigos. Hoy podemos ser lo que queramos ¿a que mola? Así que hemos tenido en clase un vaquero y su caballo salvaje, dos hawaianas bailonas, una cantante y su bailarina que nos han cantado y bailado sin timidez ninguna y un príncipe generoso y una bailarina de su séquito, entre otras cosas.

En todas las clases tenemos esos muchachos más reboleras que les cuesta sentarse, parar quietos, que se les va la mano con los compañeros… hoy hemos tenido la oportunidad de que uno de esos compis expresara otra cosa que él es, también. Hemos visto una metamorfosis de rebolera mayor del reino a príncipe generoso, que se ha disfrazado con todas las capas brillantes que ha encontrado en su camino, collares, pulseras y anillos, y ha ido ayudando a los compañeros de la clase con sus disfraces, les ha ido “regalando” algunos de esos complementos que había cogido para sí, ha buscado en el cajón prendas y complementos para los disfraces de sus amigos, y se ha comportado como un verdadero príncipe cuidando de sus súbditos durante toda la clase. Vamos a llamar Diego a nuestro príncipe, y Sarah a su bailarina. Curiosamente, desde esa clase, de puerta para adentro, Diego es siempre un príncipe generoso, y no ha vuelto ni a pegar ni a pelearse con ningún compañero. Como él les ofrece su ayuda, los amigos no le provocan para que se enfade, y entonces toda su relación es más tranquila y amistosa. Hoy, ahora, Diego es un príncipe. Pero ¿qué es el resto del tiempo? Diego es inquieto y curioso, no para quieto, le cuesta concentrarse y prestar atención, hay mil estímulos a su alrededor que le distraen. Además, reacciona pronto a las provocaciones de los compañeros y rápidamente se le va la mano y pronto acaban peleando a tortas por cosas de lo más tontas. Así que todo el mundo dice de Diego, y a Diego que ES un trasto. También ES inquieto, ES revoltoso, ES distraído.  Y como ES así, nos preparamos para esperar lo peor de su comportamiento. Y dado que eso es lo que esperamos, eso es lo que nos da Diego. Cuando empezamos una actividad le decimos “¡a ver si puede ser que prestemos atención hoy, por una vez!” o “vais a acabar peleando como siempre ¿no? De verdad, Diego ¡cómo eres!”
Ojo, que esto no nos pasa sólo con los pequeños. Os invito a leer sobre esto mismo aplicado a los mayores en el blog de mi socio sobre Estar Siendo  Este es el resultado de las etiquetas que nos ponemos, y nos ponen, cuando somos pequeños. Algunas nos acompañan el resto de nuestra vida y de mayores son parte de nuestra identidad, inmutables…

Pequerrecomendación: es tremendamente difícil evitar las etiquetas todo el tiempo, es casi imposible. Pero podemos empezar por prestar atención a las que tienen nuestros hijos y plantearnos la alternativa temporal de esa etiqueta permanente. Igual no ES un despiste, sino que HOY está muy despistada y no presta atención a las cosas. Esto le deja la puerta abierta a prestar atención mañana, cuando si ES despistada, ya no puede hacer nada para cambiar lo que hace pues haga lo que haga ES como ES. ¿Qué etiquetas tienen tus hijos? ¿Cómo puedes ayudarle a quitársela?

¿Cómo que fútbol? ¿no era Inteligencia Emocional esto?

Jugar es el trabajo principal de niños y niñas, la actividad a través de la que son capaces de experimentar el mundo, aprenderlo, hacerlo suyo. Desde los juegos individuales de cuando son bebés a los juegos de reglas (cada vez más complejos) que simulan la vida real, cada oportunidad de jugar es una oportunidad de que un niño aprenda algo, mejore sus habilidades, ensaye formas de comportarse frente a diferentes situaciones.
¿Cómo es que mis peques acaban jugando al fútbol en clase de inteligencia emocional? Bueno, en invierno, pasamos muchos días con pinturas y teatros. Ahora hace buen tiempo, y los chiquillos adoran estar en el exterior. Les predispone a las actividades con más ganas, por una parte, y el hecho de que el vehículo sea un juego que les gusta, nos facilita el tiempo que atienden a la actividad que proponemos ese día. Que yo lo pienso y me digo que como madre, pensaría algo así ¿qué hacen tirando penalties si se supone que está aprendiendo sobre emociones?
Os cuento para qué nos ha servido el fútbol concretamente, porque hasta quienes estaban en principio menos interesados en el deporte en sí, han acabado participando en las actividades de cada semana.
¿Por qué fútbol? Bueno, lo confieso, el fútbol me gusta a mí también. Pero más allá del deporte en sí, un deporte de equipo favorece el trabajo en equipo. Y uno de los trabajos en los que hemos insistido más a lo largo del curso, ha sido en que aprendan a hacer las cosas de más formas a las que sabían. Más allá de buscar comportamientos siempre correctos (que es una carrera de fondo que lleva tiempo) estamos viendo cómo más se pueden hacer las cosas, generando alternativas. Y si me enfado cuando no me pasan y lloro y me enfado y me voy a la banda esperando a que la profe venga a rescatarme, veo cómo otros amigos manejan la misma situación de otra manera. Algunos chillando, otros persuadiendo, otros ofreciéndose…. La frustración es una de las emociones que más variedad de comportamientos tiene entre los pequeños, y es que en muchas ocasiones ni siquiera saben separarla del enfado. Su reacción es tan instantánea que piensan que se han enfadado con alguien, cuando en realidad sienten frustración porque algo no sale como ellos quieren.
Total, nos tiramos una clase entera haciendo partidillos cambiando a los jugadores de equipo. Cuando iban separados entre mayores contra pequeños, los pequeños se peleaban todo el rato entre ellos: nadie se pasaba la pelota. Pero en el cambio de jugadores hacemos “huddle” (nos apiñamos alrededor de la pelota) y observamos ¿qué están haciendo los otros? Se la pasan y meten goles… ¿podemos hacer eso nosotros también? Vamos a intentarlo… y vemos cómo haciendo algo diferente el resultado es distinto y en lugar de cruzar los brazos enfadado en la banda, aprendo a mirar qué otras formas hay de hacer las cosas…
Pequerrecomendación: utilizar situaciones en las que se están divirtiendo y relajados para señalarles comportamientos que queremos que imiten es una forma de ponernos la vida fácil y que nos presten algo más de atención, y estén dispuestos a probar una forma nueva de hacer algo, imitando a algún amigo o modelo disponible.

sábado, 12 de abril de 2014

¡Protesto Señoría: No me han dado oportunidad de defenderme!

Nuestro trabajo de hoy es el de demostrar, más allá de toda duda razonable, que el lobo feroz, coprotagonista del cuento popular junto con caperucita roja, tenía en todo momento intención de dañar a la joven. Así que hoy en clase hacemos varios grupitos para trabajar como abogados, defensores y acusación, del lobo feroz que se sienta en el banquillo de los acusados.
Recordamos juntos, escena a escena, el cuento de caperucita. Y a cada paso, los abogados defensores destacan la inocencia de caperucita, y los abogados del lobo inventan razones alternativas para explicar todo lo que durante el cuento sucede. Caperucita desobedece a su madre y se detiene a recoger florecitas, a hablar con desconocidos, insulta al lobo,… al final de la clase, leemos juntos la declaración del  lobo y reflexionamos sobre lo que ha pasado. Mirad:
El lobo toma la palabra y nos cuenta: El bosque era mi hogar. Yo vivía allí y lo cuidaba, intentando mantenerlo limpio y arreglado.
Entonces una mañana soleada, mientras yo estaba recogiendo basura dejada por algún excursionista, oí unos pasos. Me escondí detrás de un árbol y vi una muchacha más bien fea que venía por el camino con un cesto. La niña me pareció sospechosa por la forma tan curiosa en que iba vestida, todo de rojo y con la cabeza cubierta por una capucha, como si no quisiera que nadie supiese quién era. Naturalmente, la detuve para averiguar algo. Le pregunté quién era, adónde iba, de dónde venía y todo eso. Me contó, cantando y bailando, una historia sobre su abuela, a la que, según dijo, iba a ver con un cesto de comida. En principio parecía una persona honrada, pero estaba en mi bosque y la verdad es que tenía un aspecto sospechoso con su extraño atuendo; así que decidí enseñarle lo serio que es cruzar el bosque haciendo cabriolas, disfrazada y sin avisar previamente.
Dejé a la niña seguir su camino, pero yo corrí a casa de la abuela. Cuando le expliqué mi problema, la buena señora convino en que su nieta necesitaba una lección. Estuvo de acuerdo en esconderse hasta que yo la llamase, y se metió debajo de la cama. Cuando la niña llegó, la invité a pasar al dormitorio, donde yo estaba acostado y vestido como la abuela. Ella entró, toda sonrosada, y dijo algo desagradable sobre mis grandes orejas. Como ya me han insultado otras veces así, lo tomé lo mejor que puede, y le dije que mis grandes orejas me ayudaban a oír mejor. Lo que quería decirle es que la apreciaba y quería prestar mucha atención a lo que estaba diciendo; pero a continuación me dirige otra burla sobre mis ojos saltones. Pueden hacerse una idea de cómo estaba empezando a ponerme la niñita, en apariencia tan educadita pero luego tan desagradable. De todas formas seguí con mi política de poner la otra mejilla y le dije que mis grandes ojos servían para verla mejor. Pero su siguiente insulto de verdad que me llegó al alma. Ya saben el problema que tengo con mis dientes salidos; bueno, pues la niña me soltó una broma muy insultante sobre ellos. Sé que debería haberme controlado, pero lo cierto es que salté de la cama y le gruñí diciendo que mis dientes me servirían para comerla mejor.
Bueno, hablando en serio, todo el mundo sabe que ningún lobo se comería jamás a ninguna niñita, pero la muy estúpida se puso a correr por toda la casa chillando, y yo detrás para tranquilizarla. Me había quitado ya las ropas de la abuela, pero esto sólo empeoró las cosas. Y de pronto la puerta se derrumbó con estrépito y apareció un enorme leñador con su hacha. Le miré y me di cuenta de que me había metido en un buen lío, de forma que salté por la ventana que estaba abierta.
Ojalá la cosa hubiera terminado así.
Pero la tiparraca de la abuela nunca contó la otra versión de la historia, y enseguida se corrió la voz de que soy un tipo malo y agresivo. Todos empezaron a evitarme. No sé qué habrá sido de la niñita con su estrambótica caperuza roja, lo que sí sé es que yo no he vuelto a vivir feliz después de encontrarme con ella.

Pequerrecomendación: A mayores y pequeños nos cuesta muy poco llegar a una conclusión con un poco de información del mundo: nos imaginamos el resto y le damos ya valor de verdad a nuestra interpretación. Si desde pequeños les ayudamos a cuestionar las conclusiones, les estamos dando una herramienta más para su mochila, un pensamiento flexible con muchas opciones diferentes, mayor creatividad a la hora de abordar los problemas e inventar soluciones. Juega con él a ¿qué otra cosa puede ser? Cuando observéis a desconocidos en la calle, o en unos dibujos, o en un cuento.

miércoles, 9 de abril de 2014

Principe de los enredos

Esta semana utilizamos un cuento para hablar sobre hablar, que es de lo que estamos hablando este trimestre. Había, una vez, un cuervo. Y una encina. Y nada más entre el cielo y la tierra. El cuervo se posó en la rama más alta y dirigiéndose a las hojas dijo “vaya… qué pena me dais… vosotras protegéis al tronco, bailáis al son del viento mientras las raíces y el tronco descansan al sol….” Miró su reloj y remontó el vuelo, se le hacía tarde. Al día siguiente volvió junto a la encina y posándose en la tierra metió su pico hacia las profundas las raíces, y dirigiéndose a ellas dijo en susurros “vaya, cuánta compasión siento por vosotras, ahí a oscuras, sin poder disfrutar la luz del sol, la brisa, el vaivén del viento… mientras las hojas y el tronco se sustentan sobre vosotras, aquí siempre encerradas en la oscuridad…” las raíces enmudecieron. El cuervo miró su reloj y se preparó para marcharse. Se le hacía tarde. Al día siguiente se posó frente al tronco pero no abrió el pico. Se sentó a esperar. Y vio cómo las hojas al principio tímidamente y luego en una caída sin fin, se tiraban al suelo ¡querían estar quietas y descansar en la tierra, como el tronco y las raíces! Al mismo tiempo, las raíces dejaron de buscar agua y alimento bajo tierra y comenzaron a despuntar desde la tierra, buscando el brillo del sol, y sentir el aire ¡querían sentir lo que las hojas y el tronco tenían a diario! El tronco lloraba desconsolado mientras trataba de hacerse oír por las hojas y por las raíces “¡no hagáis eso! ¡hojas, no os caigáis! ¡raíces, no brotéis! Cada uno tenemos una función…. Por favor…” El cuervo miró su reloj, y partió al momento.
Al día siguiente, con su maleta y su gorro nuevo, el cuervo se posó en el tronco de la encina seca y colgó en la puerta el cartel con su nombre, príncipe de los enredos. Rey de la nada.
Dice Gloria que llevas una ropa muy fea.
He escuchado a Ramón decirle a los de su clase que no te pidan para jugar a muro.
No te invitan al cumpleaños de Soraya porque dicen que eres tonta.
 Contamos entre todos cuántas veces nos ha pasado, que dejamos de hablar a un amigo o amiga porque nos han dicho que ha dicho algo de nosotros por la espalda. Y contamos si conocemos algún “cuervo” liante en clase o entre los amigos del parque, que viene contándonos cosas malas de otros, o cosas que seguramente le sirvan para algo bueno a él pero que es malo para nosotros… ¿hablamos a nuestros amigos mal de otros? ¿nos cuentan cosas malas de otros? ¿qué hacemos cuando nos las cuentan? La idea de las reflexiones sobre el cuento es que compartan experiencias comunicativas, cómo viven las palabras de los amigos, y cómo cada uno del grupo las afronta,  las vive y las resuelve.


Pequerrecomendación: queremos fomentar que los pequeños piensen por sí mismos y que puedan tener en cuenta otros puntos de vista cuando observan la realidad. El pensamiento crítico empieza por ayudarles a escuchar sus pensamientos sobre lo que ven, y retar sus conclusiones pidiéndoles nuevos enfoques y que nos cuenten qué han observado para llegar a esa conclusión. Preguntas abiertas del tipo ¿te ha pasado alguna vez como al personaje del cuento/del amigo del que no está hablando/del personaje de dibujos que está viviendo una situación parecida? Y dejarles que nos cuenten, les ayuda a estructurar en su memoria y en su mundo mental, las experiencias y los significados que les dan. Los cuentos son un magnífico vehículo para estas discusiones, y ¡les encanta que les pongamos voces a los personajes!

martes, 1 de abril de 2014

Un Comité de Notables

Hoy una de las niñas de clase quiere contarnos la historia de una niña que sufre de soledad porque es nueva en el cole y las otras niñas no la dejan jugar con ella. Esta niña está tan triste y se siente tan sola que se porta mal en clase, llora mucho y desobedece, se pelea con su hermano pequeño y no quiere ir al cole. Esta niña ha probado con todas las cosas que sabe hacer: lo ha pedido por favor, como les decimos los papis a los nenes que tienen que pedir las cosas. Se ha puesto triste cuando no la han dejado jugar, se ha frustrado y se ha enfadado, pero todo la lleva al mismo sitio: sigue sin poder jugar en el recreo. Y como ya no se le ocurren más cosas que probar, y como lo que ha probado no le ha funcionado, se ha cansado de probar y ahora se sienta debajo de una mesa y no quiere jugar ni hablar con sus compañeros de clase.
Decidimos hacer un comité de notables para manejar semejante situación ¡hay que hacer algo para ayudar a esta chiquilla! Y el grupo entero se reúne alrededor de una mesa redonda y se nombra un moderador, y una chica que representa a aquella chiquilla, Loreto vamos a decir que se llama. Explicamos esto del comité de notables, ¿esto qué es? Es fácil, mirad. Hay personas que saben mucho de unas cosas o de otras. Imaginaos, estamos en crisis en España y Rajoy reúne alrededor de una mesa a un montón de expertos en solucionar crisis, le dan un saco entero de ideas, y aunque no todas van a valer para resolver la crisis, algunas seguro que se pueden probar. Así que esta tarde, nuestro grupito que empezó a hablar de emociones hace poco más de seis meses se ha convertido en consejero para Loreto. Así que la consigna es: imaginémonos que sabemos todo lo que pasa por las cabezas de los niños, y sabemos ya mucho de Inteligencia Emocional, y de cómo se sienten las personas. Si fuéramos expertos en esto… ¿qué le recomendaríamos a Loreto?
Nuestra Loreto que no tiene un grupito de amigas en el recreo es, durante toda esta hora, la que encabeza la mesa alrededor de la que charlamos sobre posibles cosas que se nos ocurren que puede hacer. Es la razón de que estemos allí y así como nos decía que no se sentía querida en el recreo, de pronto es el centro de la clase. Y poco a poco salen ideas, algunas loquísimas, otras imposibles, algunas que quizás… y otras que no sé…  y hemos aprendido todos ¡ojo! Loreto ha incorporado varios puntos de vista a lo que ella ya veía, y algunas ideas que igual podrían ayudarla a que sus compañeras de clase la dejaran jugar, y se ha visto a sí misma a través de los ojos de sus compañeros de clase de IE. Los compañeros, se han convertido en expertos ¡y menudos expertos! Hablábamos de enfados, de pegar, de tristeza, de frustración, de rabia… y han compartido sus experiencias y practicado la empatía. Loreto pensaba que era la única a la que le pasaba, esto de que no la dejaran jugar. ¿sabéis qué? Resulta que a Eduardo le piden el último para jugar al basket y le hace sentir mal. Y que a Mónica no la dejan jugar a la comba porque dicen que se cae todo el rato y es una torpe. Y entre todos, con consejos y empatía, han conseguido que Loreto se vaya a casa con una lista de opciones en su mochila de recursos y se han ido ellos mismos con la satisfacción de haber hecho sentir mejor a otra persona con sus habilidades. Hay clases que no quieres que se acaben nunca… esta fue una de esas.

Pequerrecomendación: las reglas del mundo de los mayores no aplican en todos los momentos en el mundo de los pequeños… los compañeros del entorno donde un peque se siente mal, triste, rechazado o dado de lado, pueden aportarle alternativas que nuestro peque no ve, porque desde algunos sentimientos uno no quiere alternativas. Quiere hacerse bicho bola y desaparecer. Dejarles gestionar ese sentimiento y que valoren las alternativas y sean ellos quienes propongan lo que van a hacer, les ayuda en ese proceso de toma de decisiones y a elegir la solución que les parece mejor, así ven cómo sus decisiones se relacionan con los resultados y aprenden a regularlas.