sábado, 10 de mayo de 2014

¡Quiero la pelota!

Y hoy, que cada vez lo hacemos más difícil, salimos al parque a jugar a la pelota. ¿fútbol? Qué va, más difícil todavía. Voley. Pero con un balón de playa, a ver, que no vamos a convertirnos en profesionales de esta vez, no en nuestras clases. Pero sí que aprovechamos para trabajar la comunicación. Olvidaos de esos cursos de formación en técnicas de comunicación corporativa y las teorías del lenguaje verbal y todo ese discurso. ¿Queréis que se quede a vivir para siempre en vuestra memoria? Jugad. Las cosas que aprendemos experimentando se quedan en un tipo de memoria que resiste incluso a muchos tipos de Alzheimer. Sí, como montar en bici, o conducir.
Hoy estamos trabajando la comunicación del grupo de primer ciclo de primaria. A ellos no se lo hemos dicho, pero estamos experimentando con la asertividad ¿os acordáis? Aquello de decir las cosas sin atacar y sin callarnos resignados (a lo largo de esa carretera que va del agresivo al pasivo, que tiene en medio –más o menos- al asertivo). En esta edad de hecho es muy fácil observar los dos extremos del comportamiento: o se quitan la pelota de las manos dando un manotazo y gritando ¡que me la des! O el pequeño viene corriendo a tirar del brazo a la profe lloriqueando “profeeeeee… que David no me da la pelotaaaaaaa” para que profe intermedie por él y consiga resolver el conflicto.
Así que nos ponemos en marcha con nuestra sufrida pelota azul que sirve para todo y hacemos una rueda. Tenemos que pasar para que todos los compañeros  toquen al menos una vez y daremos un paso atrás, y más separados, empezamos de nuevo. Cuando tenemos a los pequeños concentrados en un juego de pelota (de parque, sueltos, con pocas reglas y sencillas) están más predispuestos a experimentar  comportamientos alternativos a los suyos habituales. Total, lo que tienen de verdad en la cabeza es que la pelota no caiga al suelo… como una de las reglas es que para avanzar en el juego todos tienen que tocar, entre ellos se piden la pelota, avisando de quién no ha tocado aún. Y la norma es que no se puede ni chillar enfadado a los compañeros,  ni llorarle a la profe para que le pasen la pelota. La norma es que pedimos claramente y sin enfadarnos eso que queremos hoy. “Quiero la pelota”. Pues quiero la pelota, eso es todo. Además de trabajar con las valencias de cada uno dentro del grupo (ya os contaré eso más despacio, se refiere al papel que juega cada uno dentro de cada grupo en el que actúa, como el graciosete, la buena estudiante, la tímida y el pegón) están practicando una habilidad que les llevará a evitarse algunas frustraciones futuras.
¿Para qué vale la asertividad? Restarle agresividad a cómo pedimos las cosas cambia la reacción de la persona que tenemos en frente. Si para conseguir que me prestes una cera roja te chillo, te la arranco de la mano, te la quito del estuche… lo normal es que el otro se ponga a la defensiva y no quiera hacer nada para ayudarte. El comportamiento de la otra punta, el pasivo, llena a los niños (y a los no tan niños) de sentimientos de bajo valor, de incapacidad y de culpa. Si cuando quiero jugar al escondite con vosotros me quedo en un lado del parque esperando por si me invitan y si lo pido y me dicen que no, me voy a llorar a la profe (o a mami o papi) para que me dejen… no conseguiré generar una comunicación con los otros que ayude a que me respeten, ni quieran ayudarme, ni jugar conmigo.

Pequerrecomendación: Ayuda a tu peque a que te pida lo que quiere con claridad. Sin llorar, sin amenazas o golpes, y con la palabra “quiero” delante. Entre hermanos hay mil ocasiones. “Mamaaaaaaaa…… que Elena no me deja el mandooooooooo” Prueba a mandarles a hablar entre ellos. “Pedro, habla con tu hermana  y dile lo que quieres” Qué va, no le va a dar el mando, acabarás interviniendo. Pero Pedro aprenderá a expresar sus necesidades y deseos con claridad y sin agredir. Y tendrá una herramienta más en su mochila emointeligente.

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