Estamos trabajando la autoestima y las capacidades propias y
con el grupo de los más pequeños las palabras no nos son de mucha ayuda: si les
preguntas a ellos, todos son los más rápidos de su clase, los mejores jugando
al fútbol, las más guapas del patio. Van a pasar un par de años o tres antes de
que les entren las dudas, se comparen con los logros de otros y se sientan
inferiores, antes de que le presten más atención a las virtudes de los demás
que a las suyas propias. ¿Cómo les ayudamos a construir su propia autoestima,
el mejor concepto de sí mismos? Hoy hemos estado experimentando cómo nos
comportamos cuando podemos comportarnos como queremos. Hoy hemos dado la batuta
de la dirección de un rato de la clase a los peques, por turnos, para que
fueran ellos los que organizaban y dirigían el juego. Como parte de nuestra
clase rueda alrededor de los juegos y las normas que les ponemos, hoy Amanda ha
sido la primera en coordinar a sus compañeros. Ha propuesto el juego y las
primeras normas sobre las que luego los compis comienzan a opinar, proponer
correcciones, y hay que negociar las versiones finales.
¿Puedo ser yo la jefa hoy? ¡Pues claro! Pero eso es algo que
no te puede dar la profe, es algo que te vas a tener que ganar de tus
compañeros. Aunque yo les diga que hoy organizas tú, hasta que tú no te lo
creas y cojas fuerte la batuta, ellos no van a hacerte caso. ¿Os imagináis a
vuestros hijos en estas? Por mucho que en casa les digáis que ayuden y os hagan
el mismo caso que os haría la planta del salón, y por mucho que les pidáis que
arreglen la habitación y os les encontréis sentados en medio de todos sus
juguetes, y penséis que “pasan” de las responsabilidades, en realidad les
encantan. Unos más que otros, disfrutan de probar sus poderes, sólo que les
gusta hacerlo a su manera, y con sus tiempos. No siempre se puede, es cierto. Y
es bueno que ellos se expongan a eso mismo, también. Por eso Amanda disfrutó el
doble de la experiencia de organizar la clase. Al principio era una completa
locura y los amigos no le hacían caso, parecía que ni la escucharan:
-
¡proooooooooofe! ¡Que no me hacen casoooooo!
-
Ya. Pero si tú eres la jefa, tienes que
enseñarles a hacerte caso.
-
¡¿Y cómo voy a hacer eso!?
-
¿Qué has probado hasta ahora?
Y entonces Amanda empieza a probar diferentes técnicas. Prueba
a chillarles, a cogerles del brazo, a intentar reunirles en un círculo, a
enfadarse, a llorar, a hablar con un pequeño grupo que le haga caso y la ayude
con los otros que no… al final del ejercicio, cuando ha conseguido que todos
jueguen una ronda de “zapatito blanco – zapatito azul” sólo hay que mirarle la
cara para ver que se siente orgullosa de lo que ha conseguido. Ha sido la jefa,
y los amigos le han hecho caso, han hecho lo que ella proponía.
Nos ha servido de muchas reflexiones, este juego, porque han
practicado también a estar en el lado de los que normalmente les mandamos –papis
y profes- y han visto lo frustrante que puede ser que no te escuchen, que no te
hagan caso. Se han sensibilizado a ese sentimiento además de probar sus
capacidades, y ampliar lo que hasta ahora han hecho en otras ocasiones. Algunos
resumían que chillando no te escuchan más, otros que es mejor poner las normas
entre todos… pero todos han disfrutado del aprendizaje de su día de “hoy mando
yo”, sabiendo o no ponerle palabras a lo que han experimentado.
Pequerrecomendación:
pídele que te cuente cómo quiere organizar la tarea que le has pedido que haga.
Déjale tiempo para pensarlo o incluso para probarlo, y se comprometerá mucho
más con la tarea. Puedes probar con recoger el cuarto, y que sea él el que te proponga
qué va a poner primero en los cajones y qué va a colocar después… y si quiere
que le ayudes, en qué cosa concreta. Si le dejas organizar algunas de sus
tareas, con tu supervisión y aprobación, le estarás haciendo responsable de
usar sus capacidades –además de practicarlas y de ir incorporando nuevas-.Aunque
al principio suene difícil, verás como con un poco de paciencia te darán hasta
buenas ideas que no se te habían ocurrido a ti!
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