martes, 25 de marzo de 2014

Los otros también sienten

“¿Cómo es que mi madre me regaña cuando tengo deberes que hacer y yo estoy a gusto jugando y le digo que no quiero dejar de hacerlo? ¡Si me estoy divirtiendo! ¿Por qué no me deja? Igual cuando estoy hablando con mi compañero de mesa en clase, que la profe me regaña porque me distraigo. No me entienden…” De esto va la empatía. Uno se fija en los sentimientos de uno, y tener en cuenta sentimientos y necesidades de los demás, no es fácil. ¿Qué hemos hecho durante muchas de las clases del segundo trimestre? Disfrazarnos. La empatía tiene mucho de eso, de ser otro por un momento.

Os cuento una de las que hemos hecho: tenemos un bolsón enorme con trapos, retales, algunas prendas viejas y viejos disfraces míos y de mis hijos. Los desparramamos en el suelo y cada uno puede elegir las prendas y complementos que quiere usar para crear un personaje que será secreto. Se toman su tiempo probando unas cosas y otras hasta que ya lo encuentran, y entonces cada uno sale al centro del círculo y escenifica las cosas que hace y dice su imitado. Tiene que hacer todo, voces, gestos, frases hechas… y entonces los demás tienen que adivinar quién o qué es. A veces es un profe, la doctora, tuvimos un ciego, un príncipe, una bailaora,… Imitar a alguien no es solamente vestirse sino por un momento reflexionar qué hace, cómo lo hace, qué dice y cómo lo dice, otra persona. Actuar delante de los compañeros vence la timidez entre risas, ya que todo el juego ha sido libre, las normas han sido pocas, y han ido eligiendo hasta ese momento lo que han ido queriendo, cambiando, volviendo al principio. Se han tomado un rato para pensar qué querían que vieran los otros de su personaje y han salido al centro, y con gestos, baile, y mímica han hecho lo que hace su imitado. Entre todos iban probando ¡eres una cantante! ¡no, no, es una bailarina, mira…! ¡que no, que es una profesora de baile! Y la profesora hacía una reverencia hacia el público y dejaba paso al siguiente disfraz. Durante la sesión, curiosamente no ha habido peleas, y ha habido muchos menos tropezones de unos con otros. Se han movido libres por la clase, haciendo cosas y gestos que no hacen normalmente, y hablando con sus amigos hasta haciendo las voces de sus imitados. Han sido otros por un buen rato y al acabar, cuando hemos hecho una ronda de mímica rápida con un gesto a adivinar por cada niño, todos han acertado rápidamente cómo se sentía quien estaba gesticulando. Salir de sus roles les enseña que hay otros sentimientos aparte de los suyos, y poco a poco a pensar en ellos cuando sacan una conclusión.

Pequerrecomendación: motivarles a experimentar con otros roles les permite sentirse otro por un momento –dentro de cada edad hay algunas limitaciones, habrá una entrada explicándolo-Cuando quieras que reflexione sobre algo que ha hecho desde otro punto de vista, pídele que se disfrace, que imite la voz, que se ponga una prenda… de la persona que quieres que imite. Si es papá, dale una corbata, y dile que te cuente lo que ha pasado como si fuera papá, y cómo se siente siendo papi, frente a lo que haya sucedido.

lunes, 17 de marzo de 2014

¿Existen las musarañas?

Eso es lo que debe estar pensando esa cabecita de mirada perdida en la esquina izquierda del techo de su cuarto... ¿existen las musarañas? Bueno, en eso, en cómo se produjo el big bang o, en definitiva, en lo que piensen los niños que están pensando en las musarañas. Algunos de nuestros pequeños están presentes todo el rato y otros… otros viven en su mundo paralelo. Que abstraerse no es malo, ni pensar, ni estar en nuestras cosas. Pero es cierto que es hay mucho en el mundo en que vivimos que tenemos que tener en cuenta. Hay un orden en las cosas y nos toca adaptarnos para que nuestra vida no sea un completo caos.
Como padres y educadores, vemos en los peques sus tendencias naturales –a la actividad, al silencio, a la timidez, a comunicarlo todo, a tener la cabeza en babia…- y lo que podemos hacer es ayudarles a responsabilizarse de llevar a cabo los planes que les ayudarán a sentirse más adaptados. Porque no tiene nada de malo ser tímido, pero en un momento de la vida toca exponer un trabajo que hemos hecho en equipo y se nos ponen malos de la barriga y no duermen en toda la noche con los nervios. Ni es malo ser un explorador del mundo –o un culo inquieto, como queráis llamarle- pero para poder aprender necesitan ser capaces de prestar atención y concentrarse o el mensaje les pasa desapercibido y nos parece que no aprovechan las lecciones en clase. En la clase que os cuento hoy, hemos tenido la ocasión de trabajar con este despiste, con algunas sencillas acciones que además han sido divertidas para nuestra peque, que llamaremos Eugenia.  Después de que profesora y mamá se sentaran para discutir sobre las rutinas y en qué puntos a Eugenia se le va el santo al cielo, llegaron a la conclusión de que ella debía encargarse de preparar algunas de sus cosas para el cole y así hacerse más responsable y consciente. Os cuento cómo lo hicimos:
  •           Eugenia saca sus cuadernos de ejercicios cuando se va a sentar a hacerlos en casa, y cuando los acaba, revisa el resultado antes de llamar a sus papis. Después de que ha acabado de revisarlos, ella se encarga de meterlo en su mochila para mañana.
  •           Pusimos una carpeta transparente junto a los cuadernillos, de tamaño folio, en la que Eugenia pone tanto las notas que van para las profesoras, como las que vienen del colegio.
  •           En esta misma carpeta, con pegatinas de diferentes tamaños y colores,  Eugenia se ha ido apuntando las cosas que suelen olvidársele. Es importante poner su nombre en las hojas sueltas. En otra dice “¿están las hojas en la mesa de la profe?”. Hay una más recordando “¿y los libros, están en la caja?”

A través de las rutinas les damos seguridad a nuestros peques. Hacemos un entorno en el que pueden imaginarse qué es lo siguiente que va a pasar, qué es lo que probablemente va a ir sucediendo. La sorpresa es refrescante, y se aprende a disfrutar más y más con la edad. ¿Habéis visto a algún chiquillo cansarse del cucu-tras? Puedes esconderte y aparecer por horas. Cada vez se ríen más fuerte. Ya saben que les vas a aparecer de nuevo. Y lo contentos que se ponen cuando apareces va de la mano con lo contentos que se ponen por haber sido capaces de predecirlo.

Pequerrecomendación: Eugenia hizo su carpeta ella misma, con los mensajes que sus papis y su profe le dieron sobre su despiste. Y aún los lee cuando saca la carpeta de la mochila. Con el tiempo esperamos que sin leerlos, recuerde estos puntos importantes de su día a día. Y lo mismo sigue siendo un poco soñadora y su espíritu vuela en momentos del día, pero le habremos dado herramientas para desenvolverse en su pequeño gran mundo de manera que ser una soñadora, no sea un problema para llevar a cabo sus tareas. ¡La mochila de nuestros pequeños cada vez tiene más recursos!

La autoestima

Empezamos a trabajar las emociones con una que nos va a ayudar a ponerle nombre a todas las cosas que hacemos bien y por las que nos felicitan, porque esas habilidades nos van a servir luego de palanca para gestionar las emociones que sean más difíciles de manejar. Esta clase de hoy la utilizaremos para conocer el cuento a través del que vamos a trabajar, ya que será en varias sesiones distintas que experimentaremos. Se trata del cuento de una abejita (pobrecilla, alérgica a las flores) que descubre a través del diálogo con su amigo Li para qué sirve y qué cosas hace bien, ya que no puede hacer lo que se supone que hacen las abejas, que es miel, porque el polen le hace estornudar todo el rato. En el cuento, resulta que Berta la abejita es muy valiente, se le da muy bien hacer poemas y alegrar el día de los demás. En el juego de hoy, los peques han experimentado con su sentido del oído y la orientación, con el juego de las mariposas y los murciélagos. Han debatido sobre las cosas buenas que sabe hacer Berta, cómo debía sentirse por no poder hacer miel (desgraciada) y lo contenta que se puso cuando encontró que podía hacer otras cosas muy bien. Han dibujado sobre una ficha cómo son y qué se les da bien (algunos han llegado a dibujar también cómo eran – para ver cómo crecen y aprenden y saben cada vez más cosas- y tocado también cómo serán –por hacerse una idea de las habilidades que ahora están desarrollando y que les servirán cuando vayan siendo más mayores)
Pequerecomendación: la abeja Berta no puede hacer algo que es importante para ella, pero acaba encontrando cómo hacer cosas que la hacen feliz. Así mismo para nuestros peques el no poder hacer algo que les gusta o que en ese momento es importante, les causa frustración que se traduce en enfados (rabietas, pataletas, gritos) o tristeza (se aíslan). Podemos ayudarles dándoles alternativas de cosas que sí pueden hacer, pidiéndoles a ellos sugerencias. Así, aprenden a gestionar las limitaciones que tenemos al vivir en sociedad (leyes y normas), o como personas (alergias o discapacidades) mirando a lo que sí pueden hacer y no centrándose en lo que no pueden.

Experimentando con la Autoestima

Aprovechamos que hace un buen día para jugar en la calle (y quizás no queden muchos de estos ya hasta primavera) para hacer la sesión de juegos sobre el cuento en el patio. Empezamos por recordar el cuento, sin leerlo de nuevo, sino preguntando a los peques qué recuerdan de la historia. Volvemos sobre los valores del cuento para recordar en qué somos buenos nosotros. Jugamos al juego de la muralla china y la invasión de los mongoles (ya que el amigo de Berta es chino) para trabajar el cumplimiento de las normas acordadas y divertirnos practicando un ejercicio de coordinación, astucia, y velocidad. Seguidamente jugamos a ser abejas que traen a la colmena los colores necesarios para hacer miel, donde cuenta el trabajo en equipo, la observación y la velocidad, igual que la obediencia a las normas que hemos acordado conjuntamente. Para acabar la clase, aterrizamos como abejitas en un trocito de patio donde aún quedan rayitos de sol y hacemos asamblea. Cada uno de los niños cuenta a los demás qué es que lo que saben hacer para hacer sentir bien a los demás, buscando un ejemplo de algo que hacen con papá y mamá para que éstos sonrían. De cada sugerencia de cada uno todos opinan, le dan ideas, le aplauden o le dicen qué les parece, si ellos hacen eso u otra cosa. Hoy se han ido con deberes a casa: cada uno va a practicar eso que hace sentir bien a sus papis y el próximo día nos contará qué ha hecho, y reflexionaremos sobre qué ha sentido al hacer sentir bien a alguien querido.
Pequerecomendación: ponerse en el lugar de otro es un ejercicio que progresa con la edad en el desarrollo infantil. Cuanto más mayores, más hábiles en esta tarea, pero también es el momento en el que se generan los sesgos de pensamiento. A cualquier edad, devolver a los pequeños la reflexión ¿cómo crees que se siente ahora xxx? Ya les lleva a calzarse los otros zapatos y mirar el mundo desde allí, con lo que considerarán qué sienten otros con lo que ellos hacen. Con los más pequeños es útil ayudarles a reflexionar un poco más ¿está contento tu amigo ahora que te has burlado de su peinado? ¿crees que se siente más feliz? ¿está papá alegre ahora que has recogido tu cuarto? ¿te sientes más feliz?

Vamos a conocernos

En la primera clase, claro, hablamos con el grupo de quiénes somos y qué vamos a hacer aquí. Os sorprendería escucharles hablar de emociones ¡qué claro lo tienen! Cuanto más pequeños, más básicas las emociones, y más familiaridad para hablar de ellas. Según crecemos vamos ganando en vergüenza y en complejidad; así ya los de último ciclo hablan de timidez, vergüenza, sonrojo… y los de primer ciclo van más por alegría, enfado, tristeza y asco. En esta primera clase nos presentamos ligeramente al resto, de momento con nuestro nombre, y nombramos las emociones que conocemos. Después que cada miembro del grupo ha nombrado una emoción, y contado cuándo la siente, pasamos a ponerle “cara” y cada uno dibuja la emoción que quiere en una tarjeta de cartulina, con rotuladores de colorines. Al terminar, se “barajan” todas las cartulinas y se reparten a los pequeños actores. Los más osados ¡se subieron a la mesa para representarla! El juego consistía en hacer gestos y mímica para que los demás adivinaran la emoción que estaban actuando. Hubo algunas muy facilonas pero en algunas hubo discusión y se tardó en adivinar y es que no es tan fácil saber qué emoción está sintiendo la persona que tenemos delante siempre ¿verdad? Tuvimos también nuestro ratito de reflexión sobre qué hacemos en cada emoción (si gritamos cuando nos enfadamos o pataleamos y nos tiramos al suelo cuando estamos tristes) Y para finalizar la clase hicimos diez minutos de relajación. De momento les cuesta relajarse ya que además el espacio es nuevo para todos, no conocemos al grupo, ni a la profe, ni nos resulta sencillo guardar silencio para relajarnos “profundamente”. Se trata de que poco a poco ganemos familiaridad con las técnicas de relajación y acabemos cada clase con ese momento tranquilo que luego además nos servirá de “entrenamiento” para manejar los nervios de antes de los exámenes o de cuando la profe nos pregunta o de cuando no podemos esperar para que mamá nos lleve al cumple de nuestro amiguito.
Pequerecomendación: No siempre paramos a pensar cómo nos sentimos y resulta un reto ponerle nombre a algunas sensaciones. Podemos ayudar a nuestros hijos a identificar cómo se sienten preguntándoles si les late el corazón muy deprisa, si les sudan las manos o tienen ganas de llorar, o de golpear. Esto les ayuda a mirar hacia dentro de sí mismos y a ponerle un nombre a lo que sienten, lo que facilitará la comunicación con los mayores (con los demás en general) y después poder inventar alternativas para actuar de diferente manera dentro de la misma emoción (otras formas de canalizar el enfado, la tristeza o la alegría)

lunes, 10 de marzo de 2014

¡No me gusta!

Estábamos empezando la clase, organizando lo que íbamos a trabajar, cuando la misma interacción entre los pequeños nos da una oportunidad para trabajar en comunicación, espontáneamente. Con los peques he aprendido que puedo llevar un guión en la cabeza de lo que quiero trabajar en clase, pero que no todos los días son iguales, y hay días en que el juego tiene que ser más flexible y otros en que estar sentados nos resulta lo mejor. Así que tengo los ojos abiertos, porque aunque yo llevo mi juego en la cabeza, en ocasiones ha sido algo que ha pasado en clase lo que ha propiciado un aprendizaje y una reflexión.
¿Qué pasó? Pues sencillo, algo que además seguro que os pasa en casa en muchas ocasiones. Los peques buscan el apoyo o la ayuda de los mayores alrededor cuando alguien les molesta. No me entendáis mal, que no es que esto esté mal ni nada. Si uno más grande le está haciendo daño, lógicamente intervendremos y defenderemos a nuestro retoño. Hacer esto, no obstante, no impide que le ayudemos a acostumbrarse a hacer notar lo que le gusta y lo que no, a quien se lo hace. Total, al pequeño [Ernesto vamos a llamarle], un compañero de juegos suele golpearle para llamar su atención. Ernesto viene cada vez llorando “prooooofeeeee… que [Julián se llamará el susodicho] me ha pegado una patadaaaaaaa….” Entre hipos y lágrimas. La profe, mamá, el mayor que esté a mano seguro que le dice a Julián “chico, ve con cuidado, ¡no hagas daño a Ernesto, hombre!”. Correcto. ¿Y si invitamos también a Ernesto a decirle a Julián “oye, Julián, no me golpees, ¡no me pegues, que no me gusta!”?. Ernesto seguirá por supuesto buscando la ayuda de quienes le protegen en cada entorno cuando Julián le golpee, pero sabrá que él también puede hacer algo con la situación. Él tiene algo que decir, algo que hacer, frente a las cosas que le desagradan. Y en ocasiones ese algo sucede que soluciona parte del problema, y Julián le pega menos porque Ernesto “responde” de una manera directa con una respuesta que es absolutamente lógica, que es algo que los niños valoran usualmente más que los adultos. Me explicaré. “No me gusta” no tiene respuesta desde el punto de vista de la razón. No se puede estar equivocado en lo que a uno le gusta o no. No entramos en que si está bien o mal, o que si la razón la tienes tú o yo. Solo es que no me gusta. Si quieres jugar conmigo, no harás cosas que no me gustan ¿no?
Que se van a seguir “peleando” y encontrando ¡claro que sí! Sólo le estamos dando una herramienta a ese peque, para su mochila de recursos para vivir en sociedad. Es más probable que te den lo que quieres si sabes pedirlo.

Pequerrecomendación: Cuando viene y te pide ayuda en situaciones en que hay otra persona implicada, invítale a decirle al otro cómo se siente. Cuando algo no le guste, invítale a que le ponga nombre y lo haga saber. Le estarás ayudando a ampliar su vocabulario emocional, además de mejorar su comunicación con quienes le rodean, amén de entender más de sus sentimientos ¡Todo ventajas!

sábado, 8 de marzo de 2014

Hablamos de hablar

-          ¿Quién sabe hablar de por aquí? Comenzamos la clase preguntando. ¡Qué bien! Todos levantan la mano. ¿Y quién me dice cuál es su equipo de fútbol favorito?
-          ¡yoooo! ¡el madriiiiiid!
-          Ay, qué bien. Del mejor equipo del mundo.
-          ¡Que nooooo! ¡Qué el Madrid es una m…..! ¡Yo soy del Atleti! ¡Eres toooooonto!
Y sí. Si definimos “saber hablar” como la capacidad de utilizar el lenguaje, sabemos hablar todos. Ahora ¿hablar sin ofender a los demás, sin atacar, sin menospreciar? A menudo necesitamos que lo que les gusta a los otros sea malo para que lo nuestro sea bueno. Y entonces mi equipo “es el mejor”, parece que no nos basta con que sea bueno, o nuestro favorito. Y Violeta es la mejor artista de todos los tiempos y si alguien le dice a nuestra hija que canta fatal, nuestra hija casi rompe a llorar, o empuja al osado que se ha atrevido a insultar a su ídolo.

Hay mucho detrás del por qué nos pasa, lo de identificarnos con un equipo de fútbol, un cantante, un actor o actriz, un artista, o en el peor de los casos algún televisivo famoso. Sin entrar en eso, que dará para otra entrada, hoy haremos un repaso rápido de lo que vamos a trabajar a través de varias actividades en grupo sobre la comunicación. Queremos hablar de cómo utilizar el lenguaje positivo y para ello los menos vergonzosos se han atrevido a cantar y bailar. Cada uno de sus compañeros tiene que encontrar algo que le haya gustado en su actuación. Aprendemos a fijarnos en lo bueno, en lo positivo, a darle palabras y también a atrevernos a decirlo –parece que de peques es más fácil “meterse” con alguien que decirle “oye, ¡qué bien cantas!”
Vamos a hablar de hablar bien, valorar lo bueno y observar cómo se siente el evaluado, y vamos a hablar de decir las cosas que no gustan. A nadie le gusta que le digan “eres torpe”, “cantas mal”, “eres tonto” o en general, cualquier cosa que nos haga dudar de que a los demás les gustamos. Mal lo llevamos de adultos. Imaginaos los niños, que hasta bien entrada la adolescencia están construyendo su imagen de sí mismos, su personalidad, su “quién soy yo”.
Aprender a decir a los demás lo que no nos gusta, sin despreciar, puede servirnos para tener una vía de comunicación con los otros más amigable, que evita enfados y peleas, y que nos deja la satisfacción de ver que el de enfrente no se siente mal con nuestras palabras. Aprenderemos pues a hablar de los hechos, o de las cosas, pero no de las personas. Y ya de paso reflexionaremos sobre quiénes somos y con qué o quién o quienes nos identificamos, qué nos gusta de aquello o aquellos que imitamos.

domingo, 2 de marzo de 2014

Bienvenida

¡Bienvenidos! El objetivo de este blog es manteneros informados del desarrollo de las clases de Inteligencia Emocional y que podáis seguir a través de estas entradas, el programa de trabajo con los pequeños en las clases semanales. Los tres trimestres del curso están estructurados en tres temáticas: vocabulario emocional en el primero (trabajar, ampliar y profundizar en lo que saben sobre emociones), comunicación (empatía y asertividad) en el segundo y motivación (automotivación y autoconcepto) en el tercero. Aunque muchas clases incluyen ejercicios que trabajan varios temas y aprovechamos la interacción en clase para sacar todas las lecciones que podemos.
Suena todo muy formal ¿a que sí? Creedme, los niños pasan esta hora de la semana esencialmente jugando. Dibujamos, ya que el dibujo es un vehículo inestimable para que los pensamientos de los peques tomen forma. Escenificamos, y los pequeños tienen la oportunidad de actuar en emociones que no están sintiendo pero que evocan. Leemos, ya que los cuentos sirven como metáfora de los mensajes que queremos reflexionar y los animales nos vienen de fábula (¡nunca mejor dicho!) para canalizar las reflexiones. Jugamos, porque a través del juego experimentamos valores esenciales. Voy a detenerme aquí un poco, porque creo que vale la pena extender un poco esta explicación. Las investigaciones más recientes apuntan a que el juego es una forma “segura” para los niños de experimentar física y mentalmente sobre vivencias que luego la vida irá presentándoles y que resolverán de manera más competente cuando más hayan desarrollado la habilidad. Con esto quiero decir que jugar es un asunto realmente serio. Todas las clases comienzan con un juego. Os podré un ejemplo. Para que el grupo gane confianza mutua, jugamos a que uno con los ojos vendados busque y encuentre a un compañero que tintinea unas llaves. El grupo entero hace un círculo alrededor de los jugadores, cogidos de las manos. El grupo entero ha de guardar silencio para que el cazador pueda escuchar, y todos de las manos protegen al cazador que no ve, para que no pueda hacerse daño. Todos protegen, colaboran, aceptan las normas, trabajan en equipo y se sienten parte de algo. El cazador se guía por sus sentidos, el cazado se divierte. Todo el mundo aprende algo y todos a la vez disfrutan.
Esto os dará, espero, una idea de lo que hacemos en clase y no os sorprenderá tanto cuando los pequeños vengan con un dibujo de sus mejores habilidades por terminar, os cuenten que han sido murciélago o mariposa, o hablen de la abejita valiente que asustaba a los cazadores.

Gracias por confiarme a vuestros hijos, os aseguro que para mí también está siendo un aprendizaje inestimable.