sábado, 12 de abril de 2014

¡Protesto Señoría: No me han dado oportunidad de defenderme!

Nuestro trabajo de hoy es el de demostrar, más allá de toda duda razonable, que el lobo feroz, coprotagonista del cuento popular junto con caperucita roja, tenía en todo momento intención de dañar a la joven. Así que hoy en clase hacemos varios grupitos para trabajar como abogados, defensores y acusación, del lobo feroz que se sienta en el banquillo de los acusados.
Recordamos juntos, escena a escena, el cuento de caperucita. Y a cada paso, los abogados defensores destacan la inocencia de caperucita, y los abogados del lobo inventan razones alternativas para explicar todo lo que durante el cuento sucede. Caperucita desobedece a su madre y se detiene a recoger florecitas, a hablar con desconocidos, insulta al lobo,… al final de la clase, leemos juntos la declaración del  lobo y reflexionamos sobre lo que ha pasado. Mirad:
El lobo toma la palabra y nos cuenta: El bosque era mi hogar. Yo vivía allí y lo cuidaba, intentando mantenerlo limpio y arreglado.
Entonces una mañana soleada, mientras yo estaba recogiendo basura dejada por algún excursionista, oí unos pasos. Me escondí detrás de un árbol y vi una muchacha más bien fea que venía por el camino con un cesto. La niña me pareció sospechosa por la forma tan curiosa en que iba vestida, todo de rojo y con la cabeza cubierta por una capucha, como si no quisiera que nadie supiese quién era. Naturalmente, la detuve para averiguar algo. Le pregunté quién era, adónde iba, de dónde venía y todo eso. Me contó, cantando y bailando, una historia sobre su abuela, a la que, según dijo, iba a ver con un cesto de comida. En principio parecía una persona honrada, pero estaba en mi bosque y la verdad es que tenía un aspecto sospechoso con su extraño atuendo; así que decidí enseñarle lo serio que es cruzar el bosque haciendo cabriolas, disfrazada y sin avisar previamente.
Dejé a la niña seguir su camino, pero yo corrí a casa de la abuela. Cuando le expliqué mi problema, la buena señora convino en que su nieta necesitaba una lección. Estuvo de acuerdo en esconderse hasta que yo la llamase, y se metió debajo de la cama. Cuando la niña llegó, la invité a pasar al dormitorio, donde yo estaba acostado y vestido como la abuela. Ella entró, toda sonrosada, y dijo algo desagradable sobre mis grandes orejas. Como ya me han insultado otras veces así, lo tomé lo mejor que puede, y le dije que mis grandes orejas me ayudaban a oír mejor. Lo que quería decirle es que la apreciaba y quería prestar mucha atención a lo que estaba diciendo; pero a continuación me dirige otra burla sobre mis ojos saltones. Pueden hacerse una idea de cómo estaba empezando a ponerme la niñita, en apariencia tan educadita pero luego tan desagradable. De todas formas seguí con mi política de poner la otra mejilla y le dije que mis grandes ojos servían para verla mejor. Pero su siguiente insulto de verdad que me llegó al alma. Ya saben el problema que tengo con mis dientes salidos; bueno, pues la niña me soltó una broma muy insultante sobre ellos. Sé que debería haberme controlado, pero lo cierto es que salté de la cama y le gruñí diciendo que mis dientes me servirían para comerla mejor.
Bueno, hablando en serio, todo el mundo sabe que ningún lobo se comería jamás a ninguna niñita, pero la muy estúpida se puso a correr por toda la casa chillando, y yo detrás para tranquilizarla. Me había quitado ya las ropas de la abuela, pero esto sólo empeoró las cosas. Y de pronto la puerta se derrumbó con estrépito y apareció un enorme leñador con su hacha. Le miré y me di cuenta de que me había metido en un buen lío, de forma que salté por la ventana que estaba abierta.
Ojalá la cosa hubiera terminado así.
Pero la tiparraca de la abuela nunca contó la otra versión de la historia, y enseguida se corrió la voz de que soy un tipo malo y agresivo. Todos empezaron a evitarme. No sé qué habrá sido de la niñita con su estrambótica caperuza roja, lo que sí sé es que yo no he vuelto a vivir feliz después de encontrarme con ella.

Pequerrecomendación: A mayores y pequeños nos cuesta muy poco llegar a una conclusión con un poco de información del mundo: nos imaginamos el resto y le damos ya valor de verdad a nuestra interpretación. Si desde pequeños les ayudamos a cuestionar las conclusiones, les estamos dando una herramienta más para su mochila, un pensamiento flexible con muchas opciones diferentes, mayor creatividad a la hora de abordar los problemas e inventar soluciones. Juega con él a ¿qué otra cosa puede ser? Cuando observéis a desconocidos en la calle, o en unos dibujos, o en un cuento.

3 comentarios :

  1. A eso no le llamamos presuponer? Igual eso no es bueno no?

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    1. No sé si bueno o malo, es adaptativo, me explico. Si tuviéramos que procesar activamente todo lo que nos rodea el cerebro no daría de sí, colapsaría. Tenemos recursos limitados para atender los estímulos que recibimos, por eso el cerebro se inventó esto de los atajos para ahorrarse procesamiento. Ojo, que nos vienen muy bien para andar por la calle, conducir sin pensar, cocinar mientras hablamos por teléfono... Lo que estamos trabajando con los peques es en aprender a sacar el piloto automático y a que piensen activamente en alternativas. Igual la conclusión vuelve a ser la misma, pero la habilidad de pensar en varias opciones posibles y discutirlas es una herramienta muy valiosa para su mochila.

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