Nuestro trabajo de hoy es el de demostrar, más allá de toda
duda razonable, que el lobo feroz, coprotagonista del cuento popular junto con
caperucita roja, tenía en todo momento intención de dañar a la joven. Así que
hoy en clase hacemos varios grupitos para trabajar como abogados, defensores y
acusación, del lobo feroz que se sienta en el banquillo de los acusados.
Recordamos juntos, escena a escena, el cuento de caperucita.
Y a cada paso, los abogados defensores destacan la inocencia de caperucita, y
los abogados del lobo inventan razones alternativas para explicar todo lo que
durante el cuento sucede. Caperucita desobedece a su madre y se detiene a
recoger florecitas, a hablar con desconocidos, insulta al lobo,… al final de la
clase, leemos juntos la declaración del
lobo y reflexionamos sobre lo que ha pasado. Mirad:
El lobo toma la palabra y nos cuenta: El bosque era mi
hogar. Yo vivía allí y lo cuidaba, intentando mantenerlo limpio y arreglado.
Entonces una mañana soleada, mientras yo estaba recogiendo
basura dejada por algún excursionista, oí unos pasos. Me escondí detrás de un
árbol y vi una muchacha más bien fea que venía por el camino con un cesto. La
niña me pareció sospechosa por la forma tan curiosa en que iba vestida, todo de
rojo y con la cabeza cubierta por una capucha, como si no quisiera que nadie
supiese quién era. Naturalmente, la detuve para averiguar algo. Le pregunté
quién era, adónde iba, de dónde venía y todo eso. Me contó, cantando y
bailando, una historia sobre su abuela, a la que, según dijo, iba a ver con un
cesto de comida. En principio parecía una persona honrada, pero estaba en mi
bosque y la verdad es que tenía un aspecto sospechoso con su extraño atuendo;
así que decidí enseñarle lo serio que es cruzar el bosque haciendo cabriolas,
disfrazada y sin avisar previamente.
Dejé a la niña seguir su camino, pero yo corrí a casa de la
abuela. Cuando le expliqué mi problema, la buena señora convino en que su nieta
necesitaba una lección. Estuvo de acuerdo en esconderse hasta que yo la
llamase, y se metió debajo de la cama. Cuando la niña llegó, la invité a pasar
al dormitorio, donde yo estaba acostado y vestido como la abuela. Ella entró,
toda sonrosada, y dijo algo desagradable sobre mis grandes orejas. Como ya me
han insultado otras veces así, lo tomé lo mejor que puede, y le dije que mis
grandes orejas me ayudaban a oír mejor. Lo que quería decirle es que la
apreciaba y quería prestar mucha atención a lo que estaba diciendo; pero a
continuación me dirige otra burla sobre mis ojos saltones. Pueden hacerse una
idea de cómo estaba empezando a ponerme la niñita, en apariencia tan educadita
pero luego tan desagradable. De todas formas seguí con mi política de poner la
otra mejilla y le dije que mis grandes ojos servían para verla mejor. Pero su
siguiente insulto de verdad que me llegó al alma. Ya saben el problema que
tengo con mis dientes salidos; bueno, pues la niña me soltó una broma muy
insultante sobre ellos. Sé que debería haberme controlado, pero lo cierto es
que salté de la cama y le gruñí diciendo que mis dientes me servirían para
comerla mejor.
Bueno, hablando en serio, todo el mundo sabe que ningún lobo
se comería jamás a ninguna niñita, pero la muy estúpida se puso a correr por
toda la casa chillando, y yo detrás para tranquilizarla. Me había quitado ya
las ropas de la abuela, pero esto sólo empeoró las cosas. Y de pronto la puerta
se derrumbó con estrépito y apareció un enorme leñador con su hacha. Le miré y
me di cuenta de que me había metido en un buen lío, de forma que salté por la
ventana que estaba abierta.
Ojalá la cosa hubiera terminado así.
Pero la tiparraca de la abuela nunca contó la otra versión
de la historia, y enseguida se corrió la voz de que soy un tipo malo y
agresivo. Todos empezaron a evitarme. No sé qué habrá sido de la niñita con su
estrambótica caperuza roja, lo que sí sé es que yo no he vuelto a vivir feliz
después de encontrarme con ella.
Pequerrecomendación: A
mayores y pequeños nos cuesta muy poco llegar a una conclusión con un poco de
información del mundo: nos imaginamos el resto y le damos ya valor de verdad a
nuestra interpretación. Si desde pequeños les ayudamos a cuestionar las conclusiones,
les estamos dando una herramienta más para su mochila, un pensamiento flexible
con muchas opciones diferentes, mayor creatividad a la hora de abordar los
problemas e inventar soluciones. Juega con él a ¿qué otra cosa puede ser? Cuando
observéis a desconocidos en la calle, o en unos dibujos, o en un cuento.
A eso no le llamamos presuponer? Igual eso no es bueno no?
ResponderEliminarNo sé si bueno o malo, es adaptativo, me explico. Si tuviéramos que procesar activamente todo lo que nos rodea el cerebro no daría de sí, colapsaría. Tenemos recursos limitados para atender los estímulos que recibimos, por eso el cerebro se inventó esto de los atajos para ahorrarse procesamiento. Ojo, que nos vienen muy bien para andar por la calle, conducir sin pensar, cocinar mientras hablamos por teléfono... Lo que estamos trabajando con los peques es en aprender a sacar el piloto automático y a que piensen activamente en alternativas. Igual la conclusión vuelve a ser la misma, pero la habilidad de pensar en varias opciones posibles y discutirlas es una herramienta muy valiosa para su mochila.
EliminarGracias por la aclaración ;)
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