Emociones para todos

La evolución de la empatía I
La empatía es, resumidamente,  la capacidad para comprender los sentimientos de los demás. Cuando un niño se bloquea, chilla, se tira al suelo y no quiere dar un paso porque le asusta el pasillo oscuro, podemos sentir su preocupación, su miedo, aunque no a nosotros no nos dé miedo la oscuridad. Eso es la empatía: sentir lo que siente otro, ver el mundo desde sus ojos.
Para que los niños lleguen a poder ponerse en lugar de otros, tienen que pasar años, su cerebro tiene que madurar, y aprender de las experiencias vividas. Hay palabras muy técnicas que explican este proceso con detalle y lo fundamenta en diversas teorías psicológicas. Yo voy a intentar resumiros esto en el idioma de madres y padres, para que nos entendamos.
Los bebés nacen y, los padres lo sabemos, los primeros meses no conciben a su madre como algo diferente de ellos: no acaba el niño y empieza la madre, son sólo uno. Puede parecer algo poco sensato, sí, pero es una de las cosas que ayudan a que los bebés sobrevivan, y la especie perdure. Un día se miran al espejo y en su mirada se enciende una luz: se ven y se descubren ¡soy yo! Menudo descubrimiento. Pero todavía en ese año y medio de vida no conciben otro pensamiento que no sea el suyo propio y si ellos sienten frío y ya han asociado la mantita para resolverlo, tapan a su padre a la vez que se tapan ellos: si yo tengo frío, tú también, seguro.
Poco a poco empiezan a hablar, y entre esos dos años y los cuatro, es cuando empieza a tomar forma ese concepto de la mente de otros, que podría contener algo diferente a la suya. Aunque todavía no pueden considerar que los otros podrían no saber algo que saben ellos, entonces no pueden aceptar que lleguen a otra conclusión.
Y llegan los siete años y su mente ya casi equivale a la de un mayor. Ahora ya a poco que se fijen en las situaciones, ya suponen, ya se imaginan qué puede estar pensando otro, cómo puede estar sintiéndose otro, aunque lo de llegar a una conclusión distinta de a la que llegarían ellos… bueno, eso va poco a poco. Para ser justos con los chiquillos: a los adultos también nos cuesta ¿verdad? Entre los siete y los doce años se alcanza la madurez necesaria para tener todo esto de los puntos de vista y los otros sentimientos en consideración, desde el punto de vista del desarrollo del cerebro. Ya tiene la capacidad, ahora toca practicarlo y experimentar con ello, que es como se consolida.

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