sábado, 8 de marzo de 2014

Hablamos de hablar

-          ¿Quién sabe hablar de por aquí? Comenzamos la clase preguntando. ¡Qué bien! Todos levantan la mano. ¿Y quién me dice cuál es su equipo de fútbol favorito?
-          ¡yoooo! ¡el madriiiiiid!
-          Ay, qué bien. Del mejor equipo del mundo.
-          ¡Que nooooo! ¡Qué el Madrid es una m…..! ¡Yo soy del Atleti! ¡Eres toooooonto!
Y sí. Si definimos “saber hablar” como la capacidad de utilizar el lenguaje, sabemos hablar todos. Ahora ¿hablar sin ofender a los demás, sin atacar, sin menospreciar? A menudo necesitamos que lo que les gusta a los otros sea malo para que lo nuestro sea bueno. Y entonces mi equipo “es el mejor”, parece que no nos basta con que sea bueno, o nuestro favorito. Y Violeta es la mejor artista de todos los tiempos y si alguien le dice a nuestra hija que canta fatal, nuestra hija casi rompe a llorar, o empuja al osado que se ha atrevido a insultar a su ídolo.

Hay mucho detrás del por qué nos pasa, lo de identificarnos con un equipo de fútbol, un cantante, un actor o actriz, un artista, o en el peor de los casos algún televisivo famoso. Sin entrar en eso, que dará para otra entrada, hoy haremos un repaso rápido de lo que vamos a trabajar a través de varias actividades en grupo sobre la comunicación. Queremos hablar de cómo utilizar el lenguaje positivo y para ello los menos vergonzosos se han atrevido a cantar y bailar. Cada uno de sus compañeros tiene que encontrar algo que le haya gustado en su actuación. Aprendemos a fijarnos en lo bueno, en lo positivo, a darle palabras y también a atrevernos a decirlo –parece que de peques es más fácil “meterse” con alguien que decirle “oye, ¡qué bien cantas!”
Vamos a hablar de hablar bien, valorar lo bueno y observar cómo se siente el evaluado, y vamos a hablar de decir las cosas que no gustan. A nadie le gusta que le digan “eres torpe”, “cantas mal”, “eres tonto” o en general, cualquier cosa que nos haga dudar de que a los demás les gustamos. Mal lo llevamos de adultos. Imaginaos los niños, que hasta bien entrada la adolescencia están construyendo su imagen de sí mismos, su personalidad, su “quién soy yo”.
Aprender a decir a los demás lo que no nos gusta, sin despreciar, puede servirnos para tener una vía de comunicación con los otros más amigable, que evita enfados y peleas, y que nos deja la satisfacción de ver que el de enfrente no se siente mal con nuestras palabras. Aprenderemos pues a hablar de los hechos, o de las cosas, pero no de las personas. Y ya de paso reflexionaremos sobre quiénes somos y con qué o quién o quienes nos identificamos, qué nos gusta de aquello o aquellos que imitamos.

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